La que nunca se perdió un feriado para disfrutar el paisaje del Orinoco y tomar muestras del río en diferentes puntos fluviales, fue la caraqueña Belkis Domínguez, hidro-biólogo y profesora del Núcleo Bolívar de la UDO. Se graduó en Hungría y en la Universidad conoció a un cubano fidelista con el cual se casó y tuvo una hija. Comenzó vida profesional y de casada en La Habana y llegó un momento en que se sintió cautiva y luchó para salir de aquella isla. Al fin pudo y logró encajar como profesora contratada en la Universidad de Oriente. La conocí en la Plaza Bolívar antes de entrar a un concierto en la Casa donde se reunió el Congreso de Angostura. Me la presentó Pedro Orta, fotógrafo de la UDO recién llegado de Francia donde se hizo profesional de la imagen. Después del concierto, la noche resultó divertida en su casa sobre la grama. Ella cantando y tocando el cuatro, excitada por la magia del vino más Pedro y yo contemplando aquella mujer alegre, desprejuiciada, exuberante. Era tarde de la noche y nos despedimos como amigos, pero después de la segunda velada a los pocos días, me dijo que me quedara durmiendo en su cama. Me sentí en aquel momento el hombre más feliz de la ciudad y Pedro, quien también me servía como fotógrafo en la Corresponsalía de El Nacional, lo observé como ido. Andaba en una moto y había invadido un terreno al borde de la perimetral. Ahí construyó un abrigo de madera y cartón piedra y le puso el nombre de un poema de Neruda: “Las Lavadas”. Un aciago día saliendo de su proyecto de vivienda no se percató de la velocidad de una gandola que rozó su moto y lo dejó mortalmente tendido en la vía.
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