sábado, 31 de diciembre de 2011

La sardina en pico de zamuro


En Guayana estamos y Guayana es vecina del Brasil, lo que facilita la rapidez de la información entre uno y otro lugar. Por supuesto, no todas las veces, pero esta vez y en el caso que abordo, la información ha llegado a tiempo de poder lanzar un alerta de prevención. Prevenir que la sardina caiga "en pico de zamuro", como suele decirse metafóricamente en buen criollo.
Pues de la sardina se trata. Ese diminuto pez tan parecido al arenque y que puebla casi todos los mares del mundo, constituye hoy por hoy una de las proteínas de mayor demanda, tanto por lo sabrosa como por lo barata en cualquiera de sus formas. En Coche creo que la tonelada, del chinchorro a los barcos sardineros, cuesta Bs 6.000,00, es decir, Bs. 6 el
Kilogramo. En tierra debe ser más. Por Ejemplo, en Ciudad Bolívar, por un kilo de sardinas se paga 40 bolívares y en lata (conserva), Bs. 8 por unidad. Como vemos, todavía es válida la famosa cuña radio-televisiva !coman sardina! del humorista Claudio Nazoa.
Pero esta cuña podría no ser válida en el futuro si se concreta, como está planteado, un convenio que permitiría al Brasil penetrar los mares venezolanos, especialmente los que circundan a Margarita y Coche, para poner en práctica sus depredadores métodos de pesca de la sardina.
En el vecino Brasil, el país más grande de la América del Sur y con una población de 150 millones de habitantes, la sardina tiene gran demanda y ella ha sido satisfecha por muchos años hasta el punto de ir por la especie a otros mares como los de África y Marruecos.
El Brasil ha tenido que ir a otros mares porque la sardina de sus costas está agotada a causa de una pesca industrial irracional e indiscriminada.
La pesca en Brasil se realiza con trenes de argolla de cerco que permite la captura de forma indiscriminada por-otro lado, se han hecho construcciones a nivel del litoral similar a las que se pretendían en el Morro de Porlamar, que han alterado el ciclo biológico de la especie, aparte de que la pesca de arrastre autorizada ha venido arruinando el hábitat. Todos estos factores han determinado la escasez de la sardina en las costas brasileras, por lo que quienes la explotan, no de manera artesanal       como    en         Venezuela         sino      con tecnologías industrialmente agresivas, tienen en la mira las costas venezolanas donde los stocks sardineros están al día y en perfecta concordancia con un sistema, la pesca artesanal,
realmente conservacionista.
Sabemos que el Gobierno de Caldera, y su reciente visita al vecino país lo confirma, viene activando convenios que apuntan hacia unas relaciones comerciales de mayor envergadura, lo cual no está mal, sobre todo ahora que pasamos por una crisis terriblemente dramática, pero en el caso de permitir en aras de tales relaciones que los brasileros vengan a nuestras costas con sus redes de argolla de cerco y sus barcos factoría a cargar en bruto la sardina hacia sus predios industriales sin dejarnos ni siquiera la escama, es previsión que nos angustia porque sabemos ya de las angustias de los pescadores de Margarita y Coche que sobreviven gracias a la sardina, luego que la pesca de arrastre y otros sistemas acabaron con la ictiofauna marina.

viernes, 30 de diciembre de 2011

Alemanes descubren a coche

No de la forma como lo hizo Cristóbal Colón en 1498 cuando también avistó al Orinoco ni Juan López de Archuleta en 1526 cuando se asentó en la isla, ni quienes vinieron detrás de ellos para explotar y explotar los ostrales de sus mares.
Los germanos recién acaban de descubrir a Coche con un espíritu nada materialista, colonialista o crematista como el que animó en tiempos de los Welser por allá en tierras de Coro y Maracaibo, a sus paisanos Ambrosio Alfinger, Nicolás Federman, Jorge Spira y Felipe Hutten. Nada de eso. Estos alemanes contemporáneos, bastante, distanciados de aquella azarosa realidad, por el contrario, aman la vida y la naturaleza por la vida misma en un sentido universalmente deportivo y recreacional. Ello explica porqué tienen enclaves recreacionales en numerosas ciudades del mundo y porqué últimamente se han extendido de ese nido de descanso que es para ellos desde hace algún tiempo El Yaque de Margarita, hasta la isla de San Pedro de Coche.
Es que la Isla de Coche es única con sus playas de esmeraldas para navegr en una tabla de vela como si fuese un Ski sobre los glaciares de los Alpes. Ellos que inventaron la autopista saben que éstas no sólo pueden concebirse sobre la tierra dura y firme para desarrollar grandes velocidades, sino también en el mar con la ventaja de no tener que gastar una gota de gasolina.
Por supuesto, no toda zona marina, así esté en Creta o en Margarita, sirve cabalmente. Tiene que reunir condiciones naturales excepcionales para este flamante deporte y sus variantes conocido en el mundo con el vocablo anglosajón de "Winsurf".
Son excepcionales las playas del Yaque, en Margarita; las de Buzios, en Brasil; las de Cabarete, en República Dominicana; las de Aruba, en las Antillas Neerlandesas; las del Médano, en Tenerife (España); las de Hurghada, en Egipto; pero las de La Salina de la Isla de Coche parecen únicas de todas las hasta ahora conocidas y utilizadas.
Dice una revista impresa en Alemán de la empresa de turismo deportivo líder en el mundo, "Happy Surf & Ski Tours", que en Coche se encuentra lo óptico para el Windsurf de velocidad y el descanso, no obstante la existencia del Yaque lisonjeado como un "nido de descanso y de sueño". Coche, isla de pescadores, con una población de seis mil habitantes y extensión de 53 kilómetros cuadrados, dista de las frescas playas del Yaque unos 12 kilómetros, distancia cubierta recientemente en tiempo record de 11 minutos por el surfista margariteño Carlos García, en una competencia de larga distancia.
A esta altura El Yaque y Coche ofrecen para los surfistas del mundo las posibilidades de competencia de larga distancia y competencia de velocidad, además de un paisaje ambiental anti estrés. Ésta última en La Salina de Coche que es una playa de 4 kilómetros donde es posible desarrollar velocidades increíbles puesto que aquí a dos metros de la playa, el agua tiene suficiente profundidad para surfiar a gusto y la ola apenas la altura del diente de un topo. A toda velocidad se siente el surfista como transcurriendo sobre una nube de algodón. Quienes han vivido la experiencia dicen que más relax del que se experimenta aquí es imposible con el surf en otra parte.       La Playa, además, se presta para ensayar maniobras increíbles. Es, en síntesis, un laboratorio tanto para los veteranos surfistas que desean intensificar y descubrir nuevas emociones, como para los novatos deseosos de aprender el manejo de la vela, pues la ausencia de oleaje se combina con un viento sobre los veinte nudos casi todo el año.
Dewilde Guy, winsurfista profesional que hizo el estudio técnico de la playa de La Salina de la Isla de Coche, entre Punta    de        Palo y el Muelle del Ferry, la     califica  de sencillamente perfecta". Tanto es así que, además del Hotel Isla de Coche en Punta Botón, de 40 habitaciones grandes y bien mantenidas, aire, terraza, TV, caja fuerte, Bar-restaurant, piscina y playa privada, se construyó otro de cabañas en la Punta opuesta, en la misma playa de La Salina, toda vez que hay temporadas, generalmente la del invierno  en Europa, que no hay espacio para tantos surfistas.
La Estación de la isla ya tiene instructores surfistas propios de Coche. Destacan por ahora los hermanos Orfeo y Marco Gouverneur y Américo Fernández Pérez. Este último hijo de Luis José Fernández, quien junto con Inocente Salazar, Manuelito Salazar, Heriberto Lunar, Edecio Salazar, el cronista de Coche Jesús Cedeño, Ismael y Luis Miguel Patiño, fungen de líderes naturales de la comunidad.
Ellos, desde hace años, vienen luchando por encontrarle a Coche una alternativa de vida fuera de la tradicional pesca artesanal y explotación de la perla, pues ya estos renglones experimentan un dramático decaimiento debido al irracional usufructo de las llamadas flotas de arrastre. Tampoco con la explotación de la sal se puede contar, porque las salinas quedaron severamente afectadas al no realizarse estudios previos de suelos para las inconclusas edificaciones de la Colonia Vacacional que para 20 mil niñas había programado el gobierno de Luis Herrera Campins a través del Instituto Nacional de Hipódromos. Las periódicas correntías pluviales arrastran sedimentos del sitio de las instalaciones que van directamente a depositarse en la depresión de la mina madre. Ahora, en vez de una sal común pura y cristalina, suele extraerse una contaminada con lodo y arcilla que la gente menosprecia.
Frente a esta realidad inquietante, parece ser que Coche al igual que Margarita, está encontrando alternativa distinta de vida en el deporte acuático y en el turismo recreacional.        El descubrimiento    por     los alemanes de estas playas puede ser un feliz punto de partida para navegar a vela tendida, aunque sea sobre una tabla de winsurf, hacia mejores perspectivas de vida.





jueves, 29 de diciembre de 2011

Los amargos y dulces tiempos del agua

El agua de los manantiales de la Isla de Coche sólo era aprovechable cada 24 horas. La gente madrugaba con latas y barriles y muchas veces había que seguir en la cola hasta el día siguiente en procura de agua dulce y clara. Clara la primera, porque a medida que se iba llegando al fondo, el agua asumía un color amelonado que en casa había que despejar agregándole gránulos de alumbre.
No eran muchos los manantiales y a ellos sólo tenían acceso contadas familias. La mayoría iba a "El Secreto", zona arenosa en punto noroccidental donde cavando hasta medio metro de profundidad, era posible sortear asientos de agua salobre.
Obviamente que frente a esta realidad de escasez, el agua de la estación lluviosa, cuando las nubes no pasaban de largo, resultaba una forma de vendimia para los habitantes de la isla. Cada gota parecía una jugosa uva caída de la Viña del Señor. Los niños se lanzaban desnudos a las calles a disfrutar bajo los aleros la cosecha del tiempo. Se llenaban los tanques de reserva, tambores, baldes, tinajas, tinajones, barriles, garrafas, garrafones y cuanto recipiente disponible existiera.
Estos ritos, porque era como un rito la ofrenda del agua. Estos ritos de los Manantiales, de El Secreto y la Lluvia pasaron a la historia cuando a fines de los años cuarenta el "agua de cancamure" (así llamaban el agua que venía del Estado Sucre) comenzó a llegar en grandes gabarras y definitivamente en los años sesenta cuando el Presidente de la República, Rómulo Betancourt, inauguró el Acueducto Submarino.
Entonces pasaron a la historia el Pozo de Dolores Pérez en Túa Túa; los pozos de Andrea Pérez y Lázaro Cova, en Valle Seco; el Pozo de Primitivo Marcano o de Teresa, en El Cardón y el de Simplicio Cortesía (Ficho), tan profundo que había que sacar el agua con aparejo, al igual que ocurría con los pozos de Simón Bermúdez y Mariano Hernández en La Gloria.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Carta a Chepina

Querida e inolvidable Maestra:
Tu mensaje el día del homenaje con motivo de mi ingreso a la Academia Nacional de la Historia, fue  realmente conmovedor, no sólo para mí a quien estuvo dirigido, sino para toda la audiencia que así lo manifestó de viva voz.
Yo, en el momento, nada pude decir porque lo inefable, inefable es y la inefabilidad del mensaje era más que evidente. Las palabras que lo configuran están vertidas con la emoción propia y sostenida del maestro que ha seguido los pasos del alumno, que le ha visto crecer solo, sin muletas, desde que era un humilde muchacho con las estrecheces propias de quien vive en ambiente social y económicamente difícil.
Tú, desde el primer momento manifestaste tu naturaleza de maestra culta, profundamente humana, socialmente sensible, sabia en el manejo de un lenguaje sutil, cadencioso, sugestivo, convincente.
A mí muchas veces me ayudaste y recuerdo vivamente como cuando saliste encinta de tu primer hijo, creo, me dejaste en tu aula de cuarto grado en calidad de suplente y cómo con la compensación pude adquirir la máquina portátil con la cual escribí "Prontuario Geográfico de la Isla de Coche" (1952), impreso en la Tipografía Avance de Porlamar, documento deficiente visto a la luz de la experiencia intelectual de hoy, pero sin duda el producto de un entusiasmado esfuerzo del muchacho de sexto grado que apenas disponía de los rudimentos elementales de las clases y que prefería utilizar sus primeros ingresos en la edición de un folleto en vez de comprarse un pantalón.
Con esa máquina de manufactura alemana tipié hojas sueltas contra las autoridades perezjimenistas, las cuales fijaba por las noches en postes del alumbrado público, suscitando al siguiente día, sotto voce, los más variados comentarios y especulaciones que ponían en ascuas a mucha gente.
Todas estas realidades se agolparon en mi mente el día de tu mensaje y preferí aguardar esta ocasión para decirlo a través del amigo Iván Cardozo Yánez, siempre atento y solidario con las cosas de Coche.
Te admiro y aprecio Chepina por tu bondad y por todo cuando significas y has significado para generaciones de cochenses que pasaron por tus aulas, te aprecio y admiro porque eres la esposa de un excelente coterráneo, hombre de mucha memoria y sapiencia como Edicio Salazar, porque eres la hija de Isabel y hermana de Pedro Pablo, magnífico artesano con quien me esfumaba de la realidad para verlo horas y horas transformar el parape en objetos valiosos.
Mi ingreso a la Academia la he dedicado a través de Inocente Salazar Hernández, a todos mis maestros. A él que fue el de las primeras letras, a Guzmán Salazar, hoy en las cálidas. tierras marabinas y con quien en julio de 1968, me encontré en la VI Convención Nacional de Periodista que me tocó en suerte presidir. El estaba allí como delegado del Zulia. El encuentro entre el maestro y el alumno en aquellas circunstancias no podía ser más significativo.
De igual manera, la he dedicado a Josefina de Salzaar (Maestra Chepina) por todo lo expresado, a Nuncia Villarroel, normalista de la Francisco Esteban Gómez, en La Asunción, quien intuyó mi vocación de periodista al poner bajo mi responsabilidad el Periódico Mural del aula y Olga Vásquez de Fuentes, activa maestra del sexto grado del Grupo Escolar Estado Zulia, donde también junto conmigo estudiaban Mercos Lunar López, muerto trágicamente, Digna Salazar, Rosa Fernández y Hernán Salazar.
Pues bien maestra, me alegra y reconforta mucho tu mensaje y comparto contigo como con todos, la emoción de mi ingreso a  una institución que tiene obligatoriamente que ver con la enseñanza de la historia en las escuelas. Sé que has estado enferma y deseo desde lo más profundo que te repongas para que sigas ya fuera de las aulas escribiendo mensajes como el que me ha tocado recibir de ti en circunstancia feliz, rodeado de paisanos y amigos, allá en la Isla de peces, perlas y angustias, allá donde enterrados están los huesos de nuestros antepasados por más de cuatro centurias.
Américo Fernández

El Sol de Coche


Hacer un periódico implica un esfuerzo material e intelectual de esmerado profesionalismo, sólo medible por sus resultados, en el caso del “ Sol de Coche", muy óptimo, no obstante el alargamiento de su periodicidad a que obligaron circunstanciales factores de disciplina administrativa.
Porque un periódico es en realidad una empresa, además de cultural en el aspecto informativo, de entretenimiento y orientación, lucrativo en función de los costos de producción y  beneficios con' los cuales cubrir el capital individual o socialmente invertido, más el esfuerzo y el tiempo del trabajador que necesita subsistir y sostener a su familia.
No es una empresa fácil sino angustiante y difícil y más aún cuando los insumos requeridos para su elaboración deben ser importados con una moneda débil como lo es cada vez nuestro signo monetario.
Entonces, el editor debe hacer malabarismos para tratar de lograr un equilibrio entre los intereses materiales que deben sostener la permanencia del periódico y los intereses de la comunidad a la cual presta un servicio que moral y éticamente no deben contaminarse con lo crematístico.
Por eso decíamos que hacer un periódico implica un esfuerzo material e .intelectual de esmerado profesionalismo solamente medible por sus resultados. Si éstos no llenan los parámetros convencionales del equilibrio, nos dará una talla enana, pero si ocurre lo inverso, podríamos sentirnos satisfechos aún cuando el desiderátum de la comunidad lectora sea que el periódico no circule subordinado a una pauta publicitaría que generalmente impone exigencias no siempre en sintonía con el ideal social y espiritual del colectivo.
Pero como en el mundo actual dominado por el pragmatismo es cada vez más difícil una empresa periodística sin el sostén de la pauta publicitaria, única capaz de cubrir sobradamente los costos y hacer el pregón más accesible, el colectivo lo acepta casi como un hecho natural aunque siempre alerta para que el equilibrio sea inalterable tal como aspira que continúe el "Sol de Coche", un periódico que empezó como semanario de los viernes y que para no extinguirse individualmente por razones económicas, prefirió integrarse al Sol de Margarita.
Antes que el "Sol de Coche" y desde el siglo pasado, circularon en la isla otros semanarios y quincenarios, editados en los talleres tipográficos de los Hermanos Rosario en Porlamar, como "La Voz de San Pedro" (1892) y "El Obrero" (1900), ambos fundados y redactados por el bachiller Juan J. Fernández; "El Sanpedrense" (1913), redactado por Juan Pérez Salazar, Jesús Mass y J. R. Paublini; "Ecos de Villalba" (1925) dirigido por Juan Pérez Salazar, entre otros más recientes editados en la propia isla con el recurso del multígrafo. Todos sustentados económicamente, más en el pregón que en el recurso de la publicidad.
Pero estos periódicos del cual conservo un ejemplar que me regaló el amigo Jesús Cedeño (Campito), ameno y acucioso cronista de la Isla de Coche, si bien ameritaron un esfuerzo extraordinario, no respondían a la dinámica, técnica y doctrina del periodismo actual representado en el "Sol de Coche" que es hijo legítimo del "Sol de Margarita", pero indudablemente producto del esfuerzo del colega Iván Cardozo Yánez que calza apellidos de próceres guayaneses y que por todo cuanto hace y ha hecho por la comunidad cochense, merece estar en la lista de sus más connotados benefactores, por supuesto, dejándole puesto de preeminencia a mi maestro Inocente Salazar Hernández, duro batallador y defensor de los intereses más humanos y sagrados de la Isla.

martes, 27 de diciembre de 2011

La muerte del coronel Chaparro

La cruenta muerte del coronel Pablo Antonio Chaparro, Jefe del Resguardo de la Salina de Coche, al atardecer del 15 de septiembre de 1913, por una oleada humana enardecida, nos traslada al drama histórico de Lope de Vega, escrito hacia 1613, cuyo protagonista es el Comendador de Calatrava, Fernán Gómez de Guzmán, asesinado por los habitantes de Fuenteovejuna, cansados de su majadería tiránica. El Juez pesquisidor encargado de dar con los responsables del crimen, no consiguió otra respuesta que la siguiente: -¿Quién mató al Comendador? -Fuenteovejuna, Señor -,Y quién es Fuenteovejuna? -Todos a una.
Cuando el Juez Loreto Prieto Higuerey fue enterado del suceso, la respuesta de los indiciados fue más o menos parecida a la de los habitantes de Fuenteovejuna, menos la del Jefe Civil Jesús María Mass que narró los hechos de la siguiente manera: "El sábado seis del corriente como a las cuatro de la tarde, más o menos, estando en mi casa de habitación me mandó a llamar a la Jefatura Civil, mi Secretario Antonio Rafael Sifontes Marín. Fui inmediatamente         y encontré allí      al Coronel Pablo Antonio Chaparro, Jefe del Resguardo de la Salina, quien de orden del Administrador de la misma solicitaba apoyo de mi autoridad para practicar diligencias en la población' a fin de descubrir donde hubiese sal de procedencia ilegal. Yo puse a su disposición el único agente de policía que tiene este Municipio, ciudadano Severiano Díaz, y juntos salieron con aquél objeto.
"Luego, al cuarto de hora, regresó Chaparro a la Jefatura con el referido Policía. Yo estaba en el patio cuando llegó y me dijo que Miguel Narváez le había dicho que Casimiro le refirió que él, Chaparro, le imputaba haberse cogido unos sacos en la salina y que como él no había dicho tal cosa, esperaba que yo llamara a Narváez y a Casimiro para la consiguiente aclaratoria del asunto. Yo permanecí en el patio y Chaparro se dirigió al local del despacho. En seguida, aún en el patio, yo oí dentro del mismo Despacho la detonación de dos disparos de revólver.
Inmediatamente corrí a ver lo que ocurría y encontré en la calzada al Coronel Chaparro que disparaba su revólver contra un individuo que estaba tendido en el suelo y que identifiqué como Águedo Salazar,  quien le oí decir: "Cobarde, como me mataste".
              Entonces Chaparro corrió en dirección a la Salina y fue aprehendido por mi Secretario y el antedicho policía. Ya detenido Chaparro, llegó Manuel Salazar acompañado de otros individuos a quienes no conocí y se llevaron a Aguedo, pasado un cuarto de hora, más o menos, cuando ya yo había comunicado al Administrador de la Salina lo ocurrido, estando en la Jefatura el Jefe del Resguardo Marítimo, ciudadano Obdulio Pérez y un empleado de su dependencia.
          "Alrededor de la Jefatura y en actitud hostil se aglomeró un gran número de hombres armados, unos de machetes, otros de cuchillos, palos y piedras, y a pesar de los esfuerzos que hicimos para contenerlos, los hombres forzaron


 y rompieron a machetazos las puertas de la pieza donde estaba detenido Chaparro e invadieron ésta y todo el resto del local.
Solicitaron al detenido para matarlo según vociferaban con amenazas contra mi y
el Administrador de la Salina que aún no estaba presente, si no se lo entregaban. Chaparro logró salir y ya en la calle, en medio de la multitud y como a seis metros más o menos de la Jefatura, cayó al suelo y allí fue muerto por aquellos individuos, quienes lo asesinaron causándole heridas de toda naturaleza y en distintas partes del cuerpo.
     "Entre los amotinados contra el Coronel  P. A. Chaparro conocí a Nicasio Marval, quien capitaneaba el motín y azuzaba a los individuos al delito; Pedro Manuel Salazar, Victoriano Carreño, Joaquín Quijada, Felipe Serrano (Cundo), Rufino Serrano, José Requena, Clemente Frontado, Basilio Quijada (Chilo), Presente Salazar, Severiano Marval y Manuel Salazar, hermano del expresado Aguedo Salazar.
      "Una vez que se retiró la gente de las inmediaciones de la sede de la Jefatura Civil, procedí junto con el Administrador e Interventor de la Salina, General F. Salvario Briceño y Coronel Manuel M. Briceño, quienes llegaron después de consumados los hechos, al levantamiento del cadáver de Chaparro, para cuyo reconocimiento llamamos al doctor Rafael Basberni y al señor Telésforo Larez. El cadáver de Chaparro fue sepultado a las dos de la madrugada siguiente y el de Aquedo Salazar, a las siete de la mañana.".
Y

domingo, 25 de diciembre de 2011

Pastores de almas

Los primeros intentos misioneros en el Oriente lo iniciaron desde la isla de Santo Domingo (La Española), sacerdotes de la Orden de San Francisco, los cuales comenzaron a llegar a partir del segundo viaje (1493) de Cristóbal Colón.
Entre 1512 y 1515 se sitúa el establecimiento en firme de los franciscanos en el área insular o costa de las perlas, entre ellos, el padre Alonso Espinar, organizador de las expediciones misioneras y quien pereció ahogado.
Santo Domingo era la base de estas expediciones, de tal modo que entre esta isla del Caribe y el área insular había por mar una fluida que permitía la actividad religiosa tanto de los franciscanos 'como de los dominicos, estos últimos extendidos por tierra firme desde la costa de Chichiriviche.
Entre esos franciscanos estaban el padre Fr. Francisco de Villacorta a quien se le atribuye la fundación de Porlamar y la autoría del traslado de la imagen de la Virgen del Valle, que se hallaba en Cubagua, al Valle del Espíritu Santo, luego del maremoto. Asimismo, el padre Antonio de Bilbao, asignado a la Isla de Coche para socorrer espiritualmente al vecindario que se estableció allí atraído por la detección y explotación en 1529 de importantes ostrales.
Del padre Antonio de Bilbao, cuenta el historiador Pablo, Ojer, que tenía entre sus obligaciones rituales legalizar cristianamente el amancebamiento, menos el que se diera entre india y español. Ello explica el por qué se resistió a legalizar  la unión entre el oficial hispano Francisco Fajardo y la Cacica Isabel, padres del mestizo margariteño Francisco Fajardo (15 1564), conquistador de la zona norcentral de Venezuela.
El Teniente hispano y la Cacica guaiquerí se trasladaron a la de Coche y trataron inútilmente de convencer al Padre de Bilbao para que los casara.
Se tiene entendido que la Isla de Coche para 1576 tenía una población estable y que ésta siempre contó con la asistencia religiosa de los misioneros, primero desde Cubagua y luego de la catástrofe telúrica de 1541, indefinidamente desde la Isla Margarita. En ese año 1576 la habría visitado por primera vez una Obispo, tal el prelado de Puerto Rico, Fray Manuel de Mercal junto con el dominico Juan Manzanillo, con el fin de administrar el sacramento de la confirmación y colocar una Cruz en sitio  prominente. Es posible que esta Cruz sea la que se halla en Cueva del Piache y a la cual ofrendan los habitantes durante el mes de mayo prendiéndole velas por las noches y cantándole galerones y fulías.
Los ritos cristianos se realizaban provisionalmente en alguna casa de familia, pues Coche no disponía de Iglesia. Esta se construyó a fines del siglo diecinueve bajo la mayordomía de mi abuelo Pablo Coellc y se entroniza como patrono la imagen del apóstol San Pedro. Posteriormente y siendo Cura párroco de Pampatar auxiliar de la Isla de Coche, el sacerdote italiano, José Cicconardi se entronizaron las imágenes de la Virgen del Carmen y del Corazón de Jesús.
La Iglesia de la Isla de Coche fue reconstruida en 1970 por mandato del entonces Gobernador de Nueva Esparta, profesor Bernardo Acosta, coincidiendo con su elevación a la categoría de Parroquia, por mandato de Monseñor Francisco de Guruceaga, primer obispo de la Diócesis de Margarita y segundo prelado en visitar la Isla de Coche.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Elucubraciones en una noche de verano


El Sol estallaba en la garganta de la Isla y la vitualla bullía en el caldero que flotaba sobre la leña seca encendida.  Afuera un murmullo de pájaro se colaba por las enredaderas mientras los cactus impávidos afilaban sus espinas para que nadie se acercase a la distancia precavida del corral. Mi madre estaba lejos del mar y los niños aguardaban inquietos en el quicio de la puerta.  Imaginaba que fuera ya de noche para ver las sombras de espantos desfilar sobre los muros de las casas abandonadas a la luz de la media luna.  ¿Qué hacer con el ocio era la pregunta cuya respuesta rutinaria se encontraba siempre en los barcos de hojalata que a fuerza de piedra y de ingenio construían las manos diminutas.  Los barcos surcaban la tierra y llegaban a un puerto donde el mar solo asomaba el claro retumbar lejano de sus olas.  Coche tenía una flor en la cintura y un espejito de mar donde se miraba ya avanzada la hora vespertina.  Había brisa de camarones y una luz siempre titilando en la jarcia del palo mayor del San Rafael de Mallía.  Salomón, su único marino, no tenía otra cama que la cubierta húmeda salpicada por el perrito ladrador de abordo.  Tío Félix contemplaba, desde la playa, el horizonte donde se clavaba la flecha cosmológica del tiempo y nadie más podía responderle a esa hora que las piedras que impedían que las olas se metieran por el zaguán de la casa de Benito Bermúdez.  De esas piedras dice la gente que salió el pedernal vindicativo que impactó  en la frente de Chaparro, el administrador de las salinas,  el día en que el mar no quería saber más de sales ni de miedos.  Chaparro descuartizado en medio de la calle fue un hecho inolvidable que paralizó las campanas de la Iglesia y clausuró por un tiempo el nicho de San Pedro. Tío Félix, soñador y contemplador, era de vez en cuando castigado por un dolor intenso  en el costal abdominal derecho, por lo visto, muy cómplice del insomnio   Un dolor puntiagudo como lanza toledana que desvelaba los tres-puños anclados en el puerto de la Playa del Medio, incluyendo a Vidal, Modesto y la maestra Merita Marín devotos de Morfeo..  Incluso a Mario, artista  alto, blanco y amanerado que se esmeraba por el mes de junio en retocar con trementina y esmalte  la escultura de San Pedro.  Mario era un plástico tan artista como bromista de mucha chispa, siempre con un entorno curioso de muchachos que apenas distraían las campanas de la Iglesia y los cañones del herrero Canoncito ambientando anticipadamente el gran suceso de las fiestas patronales. El busto de Bolívar estaba ausente de la plaza y desde los portales de Telésforo Lares, mayordomo de fábrica y antecesor de Tomás Marín,  salía la dotación pirotécnica y el carrito Ford tablita que hacía viajes hasta La Uva, un rudimentario puerto de pescadores siempre lleno de brisa, de arrecifes y de un acantilado con lampazos de arcillas de todos los colores.  Aquí moraba en compañía de su hijo Alejandro y de un corral de chivos, Flores Robles Brito, el curador del pueblo, el salvador, el padrino de todos los muchachos salidos del vientre de sus madres con su hábil intervención en ocasiones asistido por una solícita  comadrona y santiguadora llamada Angélica, amiga de Petronila., la que alargaba los pasos con fuerza increíble.  La que habría ganado al mensajero de Maratón sin tener que morir en la meta no obstante su longevidad calculada en casi un siglo y, según sus términos, atribuida en parte a la copita de ron blanco de cincuenta grados que Tía Victoria le brindaba en la mañana cuando sus piernas de ébano devoraban la distancia desde las inmediaciones del Boquerón de Leandro hasta el vecindario de los Fernández.
            Otro que devoraba distancias aún más remotas era Goyito Ñao, magro y  estirado con sus pantalones curtidos de media pierna y la camisa arremangada.  Goyito solía venir a la sirga con su madero cortando en  larga navegación las olas moribundas del litoral, desde los acantilados de La Cabecera hasta Punta Honda donde recalaban al amanecer las naves pescadoras de Chilango.
            Pero si este Goyo o Goyito Ñao vivía oteando la madera que los ríos arrastraban en alguna parte hasta el mar para luego atraparla en la costa, ya cansada del garete y de la brisa, había otro -Goyo Suárez-,  distinto en el quehacer, aunque también trabajaba la madera, pero dándole formas con hachuela, serrucho, cepillo  y formón.  El hombre alto, quemado y desgarbado, lucía unos bigotes abultados donde según Mario Marcano quedaba arremansado buena parte del majarete que le seguía al café de la mañana.
            Completaba el trío el matarife del pueblo, Goyito también, más por diminuto que por afecto.  Vivía en Playa del Medio y era hermano de Chucha Marín, viejita cariñosa, sin la cual Marceliana Coello no podía subsistir a pesar de su abolengo y su eterna virginidad, sin más espacio que una casa antigua y aislada, dotada de piano y piso de ladrillo, donde Darami, un perro lanudo, negro y hermoso, espantaba las moscas con su rabo mientras dormía su gratuita ociosidad.
            Una ociosidad envidiada por los cochinos de los patios vecindarios en los que Goyito Marín eternizaba la mirada,  no por humana sensibilidad, sino por los bistec y las morcillas que tanto le apetecían y en función de ese manjar se ofrecía para sacrificar a los marranos de los que nunca faltaba uno en el patio de Evangelia.  Goyito Marín tocaba la puerta a las dos de la madrugada y minutos después el chillido quejumbroso del animal hacía que la gente despertara con esta frase a la luz del alba: “Evangelia amaneció hoy con la trompa lucia”.
            Elisa, en cambio, rechazaba la carne de cochino por temor a la triquinosis, con la cual estaba de acuerdo Canón, su esposo, no obstante su condición de matarife con cuchillo de doble filo protegido en una vaina de cuero repujado sujeta al cinto.  De allí su preferencia  por el ganado caprino que le costaba un poco más por tener que procurarlo navegando hasta Costa Firme toda vez que los hatos de chivo eran muy escasos y nada productivos.
            Aquellos cerros pedregosos, impropios para el pasto, donde sólo prosperaban las xerófilas, no querían nada con los chivos y éstos menos con  tierras tan inútiles para la agricultura.  Años había en que la lluvia pasaba de largo y los niños compungidos, con los brazos cruzados, se quedaban  estáticos reprochando la ausencia de las nubes.  Pero cuando Canón colgaba en garfios las partes descuartizadas, el olor a carne fresca traspasaba las fronteras del alma y la alegría de aquellos que no podían adquirirla se transformaba en pena o en una chispeante ocurrencia.
            La cecina de cabra o chivo era más barata.  Por eso muchos aguardaban que Canón salara el excedente y lo expusiera al Sol para luego darse el banquete con frijol bayo, el mismo que desde tiempos primitivos utilizan los llaneros para el clásico palo a pique.  Pero en Coche no conocen el palo a pique.  Lo más tradicional es la sopa de gallina que también es plato excepcional, vale decir, para días muy especiales, toda vez que el plato ordinario y fundamental es el que se prepara con los productos del mar.  Por eso el cochero es tan desgrasado, fibroso, fuerte y longevo, porque su dieta cotidiana es a base de lo que le ofrece el mar que lo rodea y cada fruto, por supuesto, tiene su tiempo, la lisa, el lebranche, el carite, la sierra, el corocoro y la tripa de la madreperla que saca de la rutina de las redes al pescador.
II
Circundada por el mar inmenso lleno de gaviotas alborotadas por  peces atrapados en las redes.  Redes tiradas desde mar afuera y atraídas con soga desde tierra.  Peces de todos los tamaños y colores, desesperados por romper el copo de mayas diminutas. Entonces se oye decir en la comunidad que  “Chilango está de lance” o Justino Marcano, el de la Playa del Medio con un buen cardumen de corocoro.
Tierra anegadiza por los cuatro costados, menos donde surgen los acantilados arcillosos y vetados de colores al pie de arrecifes y corales.  Más allá de La Uva donde sólo abundan  cardones y  guamachos con sus áridas espinas y circundados  de melones también espinosos junto con los calcanapires.
Tierra áridas estas de Coche donde los desiertos son de piedras, piedras amarillas, calcinadas por el sol quemante.  Cerros bajos, ondulantes, sin más valles que los habitados por pescadores que parecen parias, mientras la otra gente parece mirarlos con desdén, pero se alimenta de ellos. 
Repican las campanas con la alegría del  niño que se ausenta y otras veces doblan al compás de la procesión del adulto horizontado.  La vida transcurre silenciosa y rara vez interrumpida por un grito bullanguero o destemplado lanzado desde cualquier parte, más de las veces cuando surge una riña entre muchachos descalzos y sin camisa.
Aquí la gente vive una rutina que ya es ritual de vida que lo conduce hasta la vejez y a una muerte que siempre encuentra su refugio en la ruptura de una tierra amurallada, alejada del mar.
III
Froilán Lunar o “Chilango”, era un negro de ébano que tenía los ojos perdidos en el horizonte.  Su mujer, Antonia López Lunar, a la inversa, parecía por su talla, rasgos y color, descendiente de hispanos.  A veces pensaba si acaso no era pariente lejano de  Juan López de Archuleta, iniciador del poblado de la Isla de Coche el 28 de julio de 1526, pero a ella ni remotamente le pasaba esa posibilidad por la mente.  Vivía pendiente de su negro de ébano que madrugaba todos los días de Dios pensando en su próximo lance de lisas.  El hombre con sus binóculos detectaba el cardumen subiendo o bajando desde su misma ranchería a la orilla del mar de Punta Honda.  Lo confirmaba después el pescador vigía que siempre estaba en el cerro del Piache, trepado sobre los restos del Faro que destruyó Alejandrito Coello el día en que se anunció la muerte del dictador Juan Vicente Gómez.  ¡Que manera de exteriorizar su rabia reprimida! Dicen que  comentó la Tía Beca mientras le servía su ración de pescado sancochado a la brava perra “Rancho” siempre amarrada al tronco de la mata de Yaque.



miércoles, 23 de noviembre de 2011

Las Diversiones

En la Isla sacan a la calle en los primero días de año nuevo unas comparsas llamadas “Diversiones”, pues al fin eso es en esencia, diversión. Y nada mejor para empezar el año que la representación teatral de lo que es el modo de vida de un pueblo aislado, pero en comunicación permanente con el mar y todos sus elementos.
                 Es un drama, la representación de una acción cotidiana que tiene que ver con la subsistencia del hombre de mar, es el teatro popularmente folklórico de la pesca que seguramente debe tener su origen en el pasillo, raíz del teatro español caracterizado por la simplicidad de sus argumentos y porque su acción se desarrolla entre gente humilde del pueblo presentando cuadros alegóricos acompañados de música, danza y canto.
                Las diversiones de la Isla Coche son eso, cuadros alegóricos de la pesca, animados por música, danza y canto.
                Los preparativos comienzan con uno o dos meses de anticipación por iniciativa de tres personajes básicos: el financista de la comparsa; el compositor que se inspira en un popular o extraño ejemplar de nuestra fauna marina y el artesano que con artística habilidad sabe dar plasticidad al motivo de la diversión. Luego habrá que comprometer a los músicos, generalmente cuatristas, guitarristas, bandolinistas, maraqueros y tamboreros, más 14 ó 20 guarichas que en este caso tiene una acepción muy distante a la que le da el diccionario de la lengua. Aquí las guarichas son muchachas alegres y con buena voz que danzan y cantan en coro al compás de la música en dos columnas enfrentadas y alternando posiciones, una que lleva el paso de toda la versificación y la otra que corea con un verso estribillo.
                En el centro y rodeado de espectadores se escenifica el drama, a veces trágico-cómico de la pesca. El pez, la red, el bote y el o los pescadores que cumplen su papel, disfrazados con máscaras de lona. Al final el pescador sale victorioso de su faena, pero algunas veces y ésta es la parte trágica del drama, sale lesionado por la aparición de una raya, un pez-espada o una tintorera.
                De estas pintorescas diversiones salió el célebre “carite” del ebanista y bandolinista Rafael González y el cual, ejecutado a ritmo de merengue, se tiene como representación relevante de la música folklórica margariteña.
                En la propia isla de Margarita estas diversiones se hacen con los más variados ejemplares de la zoología y son populares en este campo la Burriquita, la Iguana, la Culebra, la Osa, el Guayamate, el Pavo y el Turpial.
                Tan populares como el carite en la Isla Coche son la Lisa, la Anchoa, la Tortuga y el Robalo. En 1986 los cochenses sacaron el “Rabo-Rubio” de carne exquisita y que pareciera un híbrido de pargo y corocoro.
                A veces las diversiones se vuelven dramas de protestas como el ocurrido contra las Arrastradoras. La Arrastradora es un moderno sistema de pesca importado del Japón y el cual tiene la particularidad depredadora de atrapar a cuanto pez grande o pequeño se le atraviese y al mismo tiempo destruir la flora marina en general.
                Los cochenses que también se hacen llamar sampedrenses en razón de que su patrono es el apóstol San Pedro, atribuyen la acentuada escasez de peces, a pocas millas de la costa, a la depredación constante por el sistema de arrastre.
                Todos los años, en diciembre, tiene lugar en la Isla un festival donde participan diversiones de todo el Estado Nueva Esparta. En 1986 iban por el décimo. El mismo era organizado por el centro cultural que dirigía desde hacía diecisiete años el sociólogo Romero Arismendi. El año anterior lo ganó “El Bagre” diversión organizada por los pescadores del caserío Güinima.
                Durante esos festivales se les ha rendido homenaje a compositores famosos en el medio como Rafael González, autor del Carite; al médico José Francisco Marval; al bandolinista Eladio González, al guitarrista Abdón Lozada, Susano Salazar, Mateo Salazar, Froilán Lunar, Lencha Millán, Cuicha Lozada, Chemané González y José Mayo.
                En septiembre del 85 las diversiones de Coche se presentaron en Ciudad Bolívar, El Tigre y tenían invitación pendiente para actuar en la Siderúrgica del Orinoco donde existe una buena colonia de isleños encabezados por Régulo Salazar y el médico de Pozo Verde Aníbal Bermúdez.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Mis primeros zapatos

Lo confeccionaron en Loa Robles del Pilar margariteño, muy cerca de la Escuela de Artes y Oficios donde Trina, la directora, le sonreía al sacerdote hijo de Los Millanes.  No hallo las palabras exactas para describir ese regocijo tan propio de los niños cuando  el Padre Marcano me hizo ese regalo que vino a suplantar definitivamente mis tradicionales alpargatas de goma, las más baratas.  Las de suela de cuero eran de lujo y sólo  posibles en las fiestas patronales. Ay, de tanto usarlas mis pies  de ancho parecían unas chalanas.  De modo que cuando calcé mis primeros zapatos sufría las de Caín o las del Señor en El Gólgota, pero no obstante las exhibía orgulloso.  Aquellos orgullosos zapatos me los regaló el Padre Marcano más por él que por mí y me recordaba los del hijo de Perucho Alfonzo, el carpintero de Los Olivos,  que la primera vez que los calzó se agachaba cada cien metros de camino para quitarle el polvo con un trapito que a manera de pañuelo cargaba expresamente en uno de sus bolsillos.  Por eso, se mantenían  lustrosos los días festivos o en las fiestas patronales de San Pedro.

domingo, 20 de noviembre de 2011

El primer automóvil

El primer automóvil que llegó a la Isla de Coche fue un Ford un poco más perfeccionado que el Ford Tablita.  Lo trajo el comerciante y dueño de trenes de pesquería,  Manuel de Jesús Coello, con chofer y todo.  El Chofer era Eugenio (Geño) Mata que competía en destreza con Simón Lares, quien trajo el segundo automóvil.  Simón era  hijo de Telésforo Lares, padre también de Josefina Lares quien  fue amante de Jesús Ramón Coello, de quien tuvo tres hijos.    Después Geño Mata, un personaje muy simpático, colaboró para que nevos autos ingresaran a la isla, entre ellos, el de  Froilán Lunar.  El de Froilán lo conducía su hermano Emeterio Lunar.  En cierta ocasión siendo un muchacho travieso me le atravesé intempestivamente y emprendí veloz carrera tratando de evitar que Emeterio me atrapara como en efecto me atrapó para llevarme envuelto en una queja a la casa de mi Madre, quien me castigó severamente con una correa, pero mi Madre indignada, en vez de coger la correa por la hebilla la tomó por el otro extremo y la hebilla terminó hiriéndome la cabeza.  También acostumbraba yo junto con otros amigos de la infancia callejera montarme en la parrilla trasera de los carros, pero cuando el conductor le imprimía velocidad me lanzaba a tierra sufriendo raspadura en la piel que  mi Madre después de una rigurosa reprimenda me curaba con árnica.  Geño Mata y Simón Lares eran los  mecánicos de todos esos carros a los que había que pender a fuerza de manilla y muchas veces empujados.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Maneque

O mejor, Manuel Marval.  Por “Maneque” lo conocí desde que tuve uso de razón y por tal lo conocieron los 5 mil habitantes de  La Uva,  Guamache, Güinima, La Gloria y San Pedro de Coche. Maneque era gordiflón y bonachón  De hablar suave, bromista y mamador de gallo.  La juventud cochera frecuentaba su espacioso establecimiento techado de bambalinas, atraída por su salón de baile alternado con mesas de billar, piscolabis y merengadas inventadas o propuestas por los mismos clientes habituales.  Antes de que viniese la novedad lúdica de las mesas de billar, el salón era un Dancing de fin de semana, de feriados oficiales y fiestas patronales, primero con gramófono, después con toca-discos seguido de rockolas y durante los días de fiesta patronales con música en vivo.
Lo que realmente se hizo popular a toda hora fueron las mesas de billar.  Había que hacer cola para turnarse y echarle tiza a la perilla de los tacos antes de atacar las bolas negra, roja y blanca hasta lograr las carambolas.  Estaba en boga el nombre en todas partes de Willie Hoppe, el mejor jugador de todos los tiempos y tan bueno era Chucho Liboria con el taco que lo endilgaron  ese nombre.
Con uno de esos tacos de billar golpeé malamente al grandulón de Nemesio por meterse  hasta hacer llorar al niño Toribio.  Mi minoría de edad no fue óbice para que el Jefe Civil me encerrara durante 24 horas en un calabozo.               
Una vez sorprendí a Maneque en el patio de su casa bañándose con totuma completamente desnudo y quedé impresionado de su pipi de niño y  me imaginé  a ese gordo con pipi tan corto haciéndole el amor a Josefina, una blanca, hermosa pero pragmática mujer que tuvo tres hijos de mi padre que fue un mujeriego a toda vela.