viernes, 13 de febrero de 2015

Las perlas de Cubagua


            El 13 de febrero de 1500 regresaron a España los navegantes Cristóbal Guerra y Pedro  Alonso Niño, cargados de perlas muy hermosas y tan grandes como avellanas, según refiere en sus crónicas el Padre Bartolomé de Las Casas, quien había venido en los primeros días de la conquista a colonizar pacíficamente a la Nueva Andalucía.
            Esas perlas tan grandes como avellanas que descubrieron y comenzaron a explotar los navegantes españoles después del tercer viaje de Cristóbal Colón, era una especie de Dorado, aunque menos costoso que el buscado infructuosamente por los Welseres tres décadas después.
            En 1500 El Dorado parecía estar bajo las aguas de las Islas de Margarita, Coche y Cubagua.
            Utilizando indios buceadores, Alonso de Ojeda, Pedro Alonso Niño y Luis Cristóbal Guerra, recogen gran cantidad de perlas y pronto la noticia llega a la Española, hoy Santo Domingo, cuyos habitantes se emocionan y muchos de ellos deciden trasladarse a Cubagua y fundar allí la primera colonia española en Venezuela.
            De simple base aldeana para la consecución de perlas que en enormes cantidades eran enviadas a España, Cubagua pasó en 1523 a ser una ciudad con el nombre de Nueva Cádiz.
            Era tanta la atracción que entonces ejercían la explotación y comercio de las perlas que el pueblo crecía y la tierra árida y pedregosa se cubría de buenas construcciones.  El gran problema de la ciudad era el agua, la cual se lograba después de penosos viajes a costa firme, de donde también traían indios que destinaban a las labores de pesca y de buceo.


            El florecimiento de la Isla duró unas cuatro décadas.  Un vendaval acabó con ella y sus habitantes tuvieron que regresar a la Nueva Andalucía, hoy Cumaná, y a  Santo Domingo.  De la primera ciudad de Venezuela quedan tan sólo los restos de los viejos muros sepultados bajo un mar casi siempre embravecido por las fuertes brisas que se desatan del Norte.  Hoy es tierra árida y desolada donde ni siquiera nacen los cactus y el mar se ve desierto de barcos y de perlas.