miércoles, 23 de noviembre de 2022

RELATO DE LA ISLA

La Bodega de Tía Victoria estaba ubicada diagonal con la Cruz del Piache, a la falda del pedregoso cerro en cuya alta loma estaba el Faro que guiaba a pescadores de la isla de Coche así como a navegantes de cabotaje. Ese faro fue inutilizado a palazos por Alejandrito Coello cuando se divulgó la muerte de Juan Vicente Gómez, acabando con la única obra buena que el dictador le erigió al pueblo. Fue la manera más inmediata y oportuna de Alejandrito expresar su alborozo por la muerte del hombre fuerte que gobernó a Venezuela durante casi tres decenios en forma implacable y autoritaria. Vendía de todo la bodega de mi tía, incluyendo leña seca para cocinar en fogón y kerosene para las lámparas del hogar a falta de luz eléctrica. También empeñaba prendas y fiaba hasta que el padre de familia tuviese buena pesca. Tía Victoria era una mujer memoriosa que podía recitar al caletre la Historia de Venezuela, desde los tiempos precolombinos hasta la muerte de Joaquín Crespo en la Mata Carmelera. De toda la familia era la que más leía y veía más allá de la frontera. La bodega se surtía con la mercancía que traían de vuelta los barcos que ofrecían en venta pescado salado o fresco en puertos de lugares de costa firme. De la Playa del Medio donde fondeaban los barcos de vela a la bodega había dos kilómetros de distancia que cubrían hasta con una fanega de maíz sobre la cabeza una cargadora exclusiva llamada Martina Fernández que años después vino en su auxilio una carreta y un burro que Victoria adquirió a buen precio. La noble Martina tenía tres hijos de padres desconocidos: Dos varones y una hembra, Cristina, delgada, alta y guapa como la madre. El primer parto de Martina fue de mellizos de los cuales sobrevivió el conocido simplemente con el nombre de “Morocho” que siendo ya adulto se entregó a la marinería en un velero de cabotaje que incluía el puerto de Ciudad Bolívar, donde Morocho aprendió a deslizarse por las empinadas cuestas del empinado casco angostureño a bordo de un carapacho de tortuga, deporte del que nada sabían sus conterráneos de la isla de Coche, pero que muy pronto y gozosos aprendieron, pero en vez del carapacho de la tortuga arrau del Orinoco utilizaban el carapacho de ls tortuga marina que los pescadores isleños capturaban en el archipiélago de Los Roques. Un juvenil deporte que por las tardes utilizaba un boquerón del cerro en forma de tobogán entre el Pozo de Pedro Regalado y la sacristía de la Iglesia de San Pedro. A este deporte no era aficionado su hermano Abdón que por su piel y color del pelo parecía hijo de Juan Casanova Gil, el navegante más próspero de la isla, pero Abdón era muy travieso, grosero y alebrestado que en cierta ocasión no pudo tolerar el Jefe Civil, quien para acallarlo sacó a la bravata su revólver cañón largo y le disparó contra la pierna derecha del muchacho que pronto pudo salvar el Doctor Cooper, médico residente de origen polaco, pero que le costó el cargo al Jefe Civil, seguramente, para librarlo de la misma poblada que apedreó de muerte a Chaparro, jefe de la Aduana, cuando le disparó mortalmente a un salinero. Los cochenses repitieron lo que los habitantes de Fuente Ovejuna hicieron en el siglo XVII a su Comendador por los agravios padecidos. “¿Quién mató al Comendador?” peguntaros los jueces a los sospechosos. “Fuente Ovejuna, señor” y ¿Quién es Fuente Ovejuna? “Todos a una”.

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