miércoles, 9 de noviembre de 2022

LA BODEGA DE TÍA VICTORIA (XIX)

Admiradora de Antonio Lauro era Asunción de Salazar, hija de Tía Victoria, que ejecutaba bien la guitarra y viajo a Ciudad Bolívar para conocerlo. Ella estaba casada con Nicolás Salazar, barcelonés y reputado como contrabandista desde Trinidad con un velero que además disponía en le popa de dos motores fuera de borda para escapar en caso de inspección por funcionarios aduaneros que surcaban el mar en una falúa oficial. Sobre esta actividad escribió Lucila Palacios en la novela “El Corcel de las crines albas” que el 18 de mayo de 1950, fue favorecida con el Premio de Narrativa “Arístides Rojas”, presentada al concurso nacional con las letras A C. M, iniciales invertidas de su nombre legítimo Mercedes Carvajal (de Arocha). La novela es el producto de un viaje realizado ocho años atrás a Margarita con el propósito de ambientarse para escribir una novela sobre los pescadores, pero una vez en la isla la cautivó el tema del contrabando y en ese sentido lo enfocó ceñida a la realidad, pero dentro de una atmósfera de leyenda. Gallegos también vino a Guayana a escribir una novela sobre la Sarrapia y terminó concibiéndola sobre la selva. El Corcel de las crines albas, Lucila Palacios destaca las virtudes del pueblo margariteño que por causas sociales se ve obligado al trajín del contrabando como un medio de subsistencia. Un pueblo honrado, incapaz de robar una aguja, pero que comercia en el contrabando como medio naturalmente propicio para vivir. Entre los personajes de la novela premiada destaca la figura de Martina, una muchacha descendiente de marinos y contrabandistas que en principio rechaza el modo de vida de los suyos, pero que se ve envuelta en el contrabando ante la necesidad. Eufrosina, la madre de la joven, mujer de espíritu enérgico, la “Mejor Marera” de los contornos. Tomaso, patrón de la barca, y Pablo Amzra, comerciante financiador de los gastos del contrabando, pero que no figura en ninguna de las transacciones, son otros de los protagonistas. En el Corcel de las crines albas, título de la novela, configura para la autora el mar como corcel. Cuando los hombres margariteños, agobiados por las circunstancias adversas, tienen que abandonarlo todo, enrrumban las barcas hacia el mar como potros con las crines plateadas. Hay un camino nuevo hacia la reconstrucción de su suelo y de su destino. Según Bettina Pacheco Oropeza, profesora de la ULA, en El Corcel de las crines albas es una de las pocas veces que el Mar Caribe es tratado. “Críticos han señalado que, con contadas excepciones, el mar está ausente en la literatura venezolana como consecuencia de que hemos vivido de espaldas al Caribe, gesto inexplicable en un país que se define como caribeño. De tal manera que resulta todo un hallazgo toparse con el protagonismo del mar en dos obras literarias poco leídas y menos estudiadas: El corcel de las crines albas, de Lucila Palacios, y los Cuentos del Caribe, de Gloria Stolk, subraya la profesora universitaria”. Por su parte, el crítico Eduardo Casanova, expresa que Lucila Palacios, “a pesar de que en muchos sentidos representó un retroceso en comparación con los colosos que la precedieron en la novelística, tuvo grandes méritos: entre ellos el ser la tercera mujer que afrontó con decisión y una gran valentía la tarea de ser escritora, el haber perseverado en la novelística hasta convertirse, con sus doce títulos, en mucho más prolífica que todos sus antecesores y que casi todos sus sucesores, y el ser la primera mujer que alcanzó el honor de ser Miembro de Número de la Academia Venezolana de la Lengua Española. Quizá sus novelas, en general, no tuvieron la misma calidad que las de José Rafael Pocaterra, Rómulo Gallegos, Teresa de la Parra o Mariano Picón Salas, ni las de Ramón Díaz Sánchez, Antonio Arráiz, Antonia Palacios o Arturo Uslar Pietri, pero sí un nivel digno que coloca su nombre entre los de los buenos escritores de nuestro país” Al igual que Antonio Lauro, Lucila Palacios, fue declarada también Hija Ilustre de ciudad Bolívar. En esa ocasión la entrevisté par la prensa local y me dijo que cuando se encerraba a escribir, escribía y escribía solamente porque leer entonces era como pecar y el pecado es condenable. Era tan original que temió siempre las influencias, aún en ese estado indirecto de la lectura. Evitaba que sus creaciones literarias nacieran con el pecado original de la lectura. Si tenía que leer, se leía así misma. De manera que durante la concepción y el parto se alejaba de influencias extrañas. Se prefería sobre todas las producciones literarias. Procuraba que su obra fuera pura como el agua profunda de los manantiales. Acaso pura como el pájaro moriche de su novela “Orquídeas Azules” resistido a dejar la selva porque enamorado estaba de una flor. Ella, en cambio, tuvo que abandonar a Ciudad Bolívar, porque desde el Ávila podría contemplar y vivirla mejor, sin la fiebre terciana y otras zoonosis de la selva que asediaban su existencia a riesgo de una vida menos longeva que la vivida. Porque el jueves 31 de agosto de 1994 cuando dejo de existir, precipitada su muerte por una caída, Mercedes Carvajal de Arocha ya era nonagenaria. Había vivido más que Gabriela Mistral, la siempre humana y lírica poeta chilena de cuyo nombre legitimo (Lucila Godoy) tomo parte de su seudónimo literario para adicionarle el de Palacios es un intento por acercarse al Libertador a través de su madre Maria de la Concepción Palacios. El seudónimo Lucila Palacios surgió en la plaza de Tucupido, entre maestros y amigos de su marido muerto en Londres. Con ese seudónimo publicó su primer trabajo literario en los periódicos “El Unare” (de Guarico) y “El Luchador” (de Ciudad Bolívar). Se trataba de un cuento costumbrista captado de la propia existencia de personajes de la calle cuyas voces llegaban al balcón del hotel de Tucupido donde se hallaba hospedada. Lucila nació en puerto España (Trinidad) en mayo de 1909 cuando el capitán Cecilio Farreras se alzó contra el Gobernador Julio Sarría Hurtado. Su familia retornó a Ciudad Bolívar después de los 40 días de nacida. Su vida transcurrió en el inmueble que es hoy sede de la Biblioteca Rómulo Gallegos y desde allí irrumpió a arengar al pueblo en pro de sus derechos conculcados el día en que falleció el dictador Juan Vicente Gómez. Lucila fue la primera en tomar las calles. La primera en convocar al pueblo y arengarlo en dirección hacia una toma de conciencia a favor de su legítimo derecho a ser libre y darse libremente su gobierno. Se montó sobre uno de los barcos del paseo Falcón y sintió bullir en sus venas la sangre literaria de sus abuelos allí a su lado dándole apoyatura a sus piernas estaban Alida Gambús y Consuelo Estéfano. Solo faltaba el joven Guillermo Benzel, quien desde el día anterior era preso del presidente del Estado, Antonio Alamo, por haber gritado ¡Abajo la dictadura! Tras la caída del Dictador regresó del exilio su tío Félix Montes, recibido por ella en Caracas. Luego, durantes tres años, siguió a su esposo por San Fernando y Tucupido hasta radicarse definitivamente en Caracas que todavía exhibía sus techos rojos, sin que por ello perdiera la visión del Orinoco. Lucila justificaba su permanencia en Caracas porque el clima le asentaba bien a su salud y el medio había sido favorable para escribir la mayoría de sus treintas obras clasificadas entre novelas, cuentos, dramas y ensayos. Los buzos (obra premiada en Cuba, 1939) Tres palabras y una mujer (premiada en el concurso de la Asociación Cultural Interamericana, 1943) El Corcel de las Crines albas (premio Arístides Rojas); Cubil, El día de Caín (accesit premio nacional de literatura, 1960), Tiempos de siega, Orquídeas azules, Signo en el tiempo, La piedra en el vació, Reducto de Soledad, Cristal de aumento, Cinco cuentos del Sur, Ayer violento, Poemas de la noche y el silencio, Espejo Rodante, son sus obras más conocidas. De ellas, la mayor resonancia fue “El Corcel de los crispes albas”, la cual expresa el drama social del contrabandista margariteño. Pero ella solía decir en sus tertulias que personalmente prefería su libro “Tiempos de siega”, tal vez porque lo trabajó intensamente. Un tema fundamentalmente sociológico que apunta hacia el tránsito de una mujer que era todo amor, desprendimientos y entrega total, a la situación de amargada y avara. “Tiempos de siega” se ambienta en Ciudad Bolívar al igual que “Orquídeas azules”. Esta última se recrea a una leyenda guayanesa que cuenta la forma como un pájaro moriche se resistía a dejar la selva por estar enamorado de una flor. En una obra teatral montada en Caracas con música de Maria Luisa Escobar. La poesía también cautivo a la escritora, pero debió alejarse por considerarla que se sentía enteramente realizada en la narrativa. Solo se conoce de ella “Poemas de la noche y el silencio” publicado en 1964. Fue diputada a la Asamblea Constituyente del 45 y luego senadora por el Estado Bolívar. Durante las gestiones de Rómulo Betancourt y Raúl Leoni se desempeñó como Embajadora de Venezuela en Uruguay- Primera mujer venezolana que asumía esa responsabilidad como igualmente fue la primera en ingresar a la Academia Venezolana de la Lengua. Los margariteños, hasta la vigencia del Puerto Libre, tuvieron fama de contrabandistas. La bolivarense Lucila Palacios se inspiró en esa consabida práctica del drama social del contrabando margariteño y escribió la novela El corcel de las crines albass. Pero lo que ignoraba seguramente la escritora era que una de las principales actividades económicas de Guayana hasta avanzados años de 1800 fue el contrabando. El contrabando nos viene de la colonia obligado por el monopolio del comercio hispano, y no obstante, el libre comercio declarado por el Libertador tan pronto se adueñó del Orinoco, continuó como flagelo defraudador de las rentas del erario público. El segundo gobernador de la provincia de Guayana, Fernando de Berrío, salió reprobado en el juicio de residencia que le hiciera Sánchez de Alquiza por su tolerancia al contrabando que los guayaneses practicaban con los holandeses, aunque el contrabando no era sólo de fuera hacia adentro sino también de adentro hacia fuera, burlando los derechos arancelarios. Bolívar en 1817 se quejaba ante los jefes de puestos que dejaban salir ganando de manera ilícita por Piacoa y San Miguel. Tan habituados a esa práctica estaban los guayaneses que cuando el gobierno de Bogotá (la Gran Colombia) le puso mano dura, se rebelaron y expulsaron al padre José Félix Blanco, quien era el intendente del Departamento Orinoco que comprendía además de su capital Barinas, las provincias de Guayana y Apure, desde 1826. Los guayaneses liderados por patriotas venidos de la guerra de Independencia, Ramón Contasti, Eusebio Afanador, Manuel Pildan y los alcaldes Felipe Domínguez y Nicanor Afanador, se rebelaron y expulsaron de su territorio en 1828 al padre José Félix Blanco. También al gobernador Juan Manuel Olivares. El intendente Blanco, comisionado especial del Libertador, había llegado a la Angostura el año anterior. Todas las autoridades civiles y militares subalternas, así como el comercio y buena parte del pueblo, se sublevaron y expulsaron al intendente y al gobernador hasta Cabruta en un steel boat de James Hamilton bajo la vigilancia armada del oficial Ascensión Farreras. El 10 de noviembre de 1828, el intendente José Félix Blanco fue inquirido y respondió desde Cabruta al general José Antonio Páez, entonces jefe superior y militar de Venezuela, para explicarle los motivos por los cuales el pueblo de Guayana armó una rebelión contra su persona. En efecto, el coronel José Félix Blanco, quien había sido administrador de las Misiones del Caroní, tan pronto asumió su nuevo cargo de intendente, dictó una serie de medidas administrativas con la anuencia de Bogotá, dirigidas a frenar el contrabando y asegurar el pago puntual de los impuestos. Dichas medidas administrativas sin embargo cayeron muy mal en la población, especialmente en el sector comercial y empresarial y desató una oleada de repudio general que terminó con su derrocamiento y expulsión de la región. El coronel José Félix Blanco, al explicar al jefe militar venezolano las razones por las cuales hubo prácticamente una sublevación contra su gobierno, las resume en los siguientes puntos: ● Que las medidas arancelarias impuestas desde Bogotá a un pueblo acostumbrado a utilizar el contrabando como actividad económica normal, tenían que ser recibidas con marcadas muestras de resentimiento por todos los pobladores. ● Que existía una lucha por la administración de las rentas entre muchos ciudadanos ambiciosos y poco idóneos. ● Que el decreto sobre alcabala afecta duramente la parte débil de la población, pero que se había logrado acostumbrar a la gente a pagar sus rentas, prueba de lo cual era la recaudación obtenida que sobrepasa los 10 mil pesos. ● Que existían intereses creados de personas poderosas e influyentes que se oponían a sus medidas al verse afectados en la eliminación del contrabando y en obligarles a pagar unos impuestos a los que se habían acostumbrado a burlar. ● Que se usó en su contra el descontento de todos los militares depuestos. ● Que hubo oposición del alto comercio para cancelar deudas muy atrasadas y cancelar nuevos impuestos

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