jueves, 17 de noviembre de 2022

RELATO DE LA ISLA (XI)

A partir de los año de 1970 trascendieron en Venezuela y fuera de ella las minas diamantíferas del Río Guaniamo en Guayana, considerados los más grandes encontrados hasta entonces. Desde 1923 hasta 1969 los mineros buscaron el diamante en los aluviones de la cuenca del Caroní y del Cuyuní por el lado sur oriental y finalmente comenzaron la búsqueda por la región suroccidental, en la cuenca del Cuchivero y del Caura. La Oficina del Ministerio de Minas en Bolívar ubicó en 1974 la producción por encima de los 700 mil quilates métricos. El incremento experimentado en 1974 fue atribuido a la aparición a finales de octubre de 1973 de una “bomba-diamantífera” denominada “El Milagro”, situada en la zona del Guaniamo, al este de La Salvación, en el Distrito Cedeño. El Prof. de Geología de la UDO, José Baptista Gomes, quien murió trágicamente en Caracas víctima de un asalto, realizaba entonces estudios sobre el origen del diamante del Guaniamo y comprobó junto con el doctor Darcey Pedro Silvestre, de la Universidad de Indiana que los diamantes del Guaniamo tienen el mismo origen de las gemas africanas. Profesores del Núcleo Bolívar de la Universidad de Oriente, como que estaban en la mira de los asaltantes metropolitanos pues, según el docente médico internista, Eduardo jahn, días después, saliendo de un hotel caraqueño fue asaltado y despojado de cuanto de valor cargaba. Eduardo Jahm era aficionado a la arqueología siguiendo la línea hereditaria de sus ascendientes. De allí que obtuviese en su primera edición el Premio Regional de Etnografía- 1996, otorgado por el Gobierno del Estado Bplívar a través de su Dirección de Cultura. Como jurado, junto con Karina Morella M y la promotora cultural María de Cardozo, tuve que ver con la adjudicación de este Premio creado para distinguir a profesionales que laboran con dedicación en las disciplinas científicas de la antropología. El doctor Eduardo Jahn, médico endocrinólogo y especialista en enfermedades tropicales, alternó en su tiempo de vida, el ejercicio profesional y la docencia con la arqueología en distintos puntos de ía geografía del Orinoco, lo cual la permitió escribir y editar varios trabajos científicos, entre ellos, las lámparas en la cultura cerámica;. el hacha y las puntas de proyectil en la cultura lítica y el más importante, todo un libro bien ilustrado, aún inédito, "La .evolución del hombre en Guayaría" . Porque a través de mi vida de periodista conocía el trabajo del doctor Jahn, incliné mi voto a su favor y no tan sólo por ello, sino porqué en calidad de corresponsal de El Nacional, me tocó acompañarlo en dos impresionantes excursiones: una a las minas del Guaniamo para rescatar los fósiles de un Gliptodonte y de un Megaterio y luego al Caroní a objeto de observar y copiar dos petroglifos poco antes de quedar sepultados por las aguas represadas de la Central Hidroeléctrica de Guri. Fue una experiencia realmente inolvidable, navegar raudales y conocer los barrancos de los buscadores de piedras preciosas. En una zona del Caroní, a 25 minutos por lancha desde San Pedro de las Bocas y luego de trasponer raudales, orientados por el experto minero Carlos Amaya y brasilero Eugenio Tomas, el doctor Jahn y el periodista llegaron a lugares interesantes desde el punto de vista arqueológico y habitados por personas muy antiguas en regiones despobladas y de muy difícil acceso. El esqueleto casi completo del Megaterio y algunos fósiles del Gliptodonte fueron hallados en La Quebrada de Las Pavas, a doce metros de profundidad, por un grupo de mineros. Descendiente del Gliptodonte, al parecer, es el Cachicamo que tanto celebramos en vianda o en broma metafórica. El cachicamo es miembro de una familia de la América Meridional que como los gitanos nunca tienen un sitio fijo donde morar. Vaga por todos los monte y al igual que los pájaros se alimenta de insectos que succiona a través de un hocico aguzado y que viene siendo prácticamente su cabeza. Como buen caballero andante, nunca abandona la coraza articulada que lo protege de sus enemigos, especialmente del campesino que ha aprendido a aderezar con su carne unos platos muy sabrosos. El hombre del campo lo persigue con su perro adiestrado porque ya el cachicamo es para él parte de su dieta habitual. Pero el cachicamo que siempre se ve asediado por sus voraces enemigos, ha aguzado su instinto de estratega tanto como su hocico, de tal suerte que cuando presiente el peligro vuelve rápidamente a su más reciente madriguera y si está muy próxima la asechanza cava al instante una cueva con las garras de sus patas cortas o simplemente se convierte en una bola acorazada con la que resguarda sus partes vulnerables. Los campesinos suelen llamar “Cachicamo” a una persona para ellos muy reservada y reconcentrada en sí misma y esto es porque el cachicamo, a su manera de ver, se protege demasiado, permanece resguardado bajo su natural armadura de bandas córneas heredadas posiblemente de un tatarabuelo raro y singular que bien podría ser el Gliptodonte, armadillo de metro y medio de alto que vivió durante la llamada época del cuaternario americano, hace más de veinte mil años

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