viernes, 11 de noviembre de 2022

LA BODEGA DE TÍA VICTORIA (XVII)

El amarillo, un color que obsesiona a mucha gente como al poeta José Sánchez Negrón: “…ojos amarillos donde habitan la hiel y los fantasmas de unas venas rotas… Río mecidos sobre los hombros de la noche y una luz amarillenta que atraviesa la llanura eterna de leprosos bíblicos…siempre hay una luz amarillenta flotando en las lámparas del aire cuando pasan estas cosas…” Tía Victoria tenía un vestido amarillo especialmente para recibir el Año Nuevo por tener la creencia que le traería riqueza y prosperidad. El color del partido liberal era amarillo y también la tarjeta electoral del partido político de Jóvito Villalba, acompañado de la divisa “Amarillo es lo que luce, el verde nace donde quiera”. En la cultura occidental, este color se encuentra asociado con felicidad, alegría, optimismo. En Alemania representa la envidia, pero los egipcios dicen que es el color de la sabiduría y la energía. Comentan los artistas plásticos que Vasily Kandinsky, ruso anticomunista, docente de la Bauhaus alemana donde Joseef Albers descubrió la interacción de los colores, disponía en sus anaqueles unos ochenta amarillos. La Bauhaus era una escuela de arquitectura, diseño, artesanía y arte, fundada en 1919 por Walter Gropius en Weimar (Alemania) y Vasily Kandinsky, considerado entre los iniciadores del arte abstracto y expresionista. En la Universidad de Moscú estudió derecho y economía. En 1896 se estableció en Munich, Alemania, y estudió pintura en la Academia de Bellas Artes. Regresó a Moscú en 1914, después del estallido de la Primera Guerra Mundial. Tras la Revolución rusa se convirtió en un gran conocedor de la administración cultural y ayudó a fundar el Museo de Cultura de la Pintura Sin embargo, para entonces su «perspectiva espiritual... era ajena al materialismo de la sociedad soviética» y las oportunidades le atrajeron de nuevo a Alemania, a donde retornó en 1920. Allí enseñó en la Escuela de la Bauhaus de arte y arquitectura desde 1922 hasta que la cerraron los nazis en 1933. Entonces se trasladó a Francia, donde residió el resto de su vida y donde adquirió la ciudadanía francesa en 1939. En este país creó algunas de sus mejores obras, una de las cuales se conserva en el Museo de Arte Moderno Jesús Soto de Ciudad Bolívar. Soto, bolivarense, pionero de arte óptico. Seguramente conoció a Kandinsky, pues éste falleció en esa capital francesa en 1944. Soto, pensando en un Museo para su ciudad natal, canjeaba sus obras con los pintores modernos de ese tiempo y sus paisanos lo complacieron. El 27 de octubre de 1969 el Gobernador Eduardo Oxford-Arias lo decretó y fue realizado durante la gestión del Gobernador Manuel Garrido Mendoza e inaugurado por el Presidente de la República Rafael Caldera, el 25 de agosto de 1973 Víctor Vasarely, pionero del cinetismo que luego abandonó, con un conjunto de obras canjeadas logró un Museo para su patria Hungría. Soto, creyendo que podía hacer lo mismo, se aventuró en una empresa similar y así Ciudad Bolívar tuvo también de pronto su Museo. Soto contaba con una buena e interesante pinacoteca integrada por obras propias y de otros artistas constructivistas, incluyendo vanguardistas de esa corriente, de manera que en 1959, cuando obtuvo el Premio Nacional de Pintura, planteó la idea a Miguel Arroyo, director del Museo de Bellas Artes y a Clara Diamend de Sojo, directora de una galería caraqueña de arte moderno. Ambos vinieron a Ciudad Bolívar comisionados por Soto en la ocasión de fundarse la Casa de la Cultura por iniciativa de Mínima Rodríguez Lezama, David Alizo, Mercedes Quiroga, Américo Fernández, Germán González Seguías, Elías Inati. La reunión se realizó en la Biblioteca Rómulo Gallegos y los visitantes hablaron sobre el Museo Moderno como agente catalizador, aglutinador, efervescente y modificador de los gustos de una sociedad. Esbozaron finalmente el proyecto de Soto y animaron a la Casa de la Cultura para que se erigiera en abanderada de esta idea. La colección de obras artística estaba lista y dispuesta en París. Sólo había que gestionar el espacio físico. Localizar, adquirir el terreno, diseñar, proyectar y construir la obra tardó tres años y ocho meses. La arquitectura del Museo de por sí ya es una obra de arte en la cual se esmeró Carlos Raúl Villanueva (1906-1976), arquitecto de los Museos Bellas Artes de Caracas y de Ciencias Naturales como de la Ciudad Universitaria que es el ensayo más completo que se ha hecho de integración artística en Venezuela. En su honor la Casa de la Cultura se adicionó su nombre. La obra, aunque fue decretada por Oxford Arias, su construcción fue posible durante la gestión gubernamental del arquitecto Manuel Garrido Mendoza y tocó en suerte al Presidente de la República. Dr. Rafael Caldera, inaugurarla el 25 de agosto de 1973. Costó un millón 300 mil bolívares y fue abierto con importantes obras de arte ofrecidas por Soto en calidad de comodato y cuyo valor entonces se estimaba en 10 millones de bolívares. El Maestro Antonio Estévez se integró al Museo con su obra Microvibrafonía Múltiple. Pero ya la música de Estévez no está. Brilla por su ausencia. Los únicos sonidos que invaden ahora las salas del Museo provienen de los Penetrables Sonoros que han vuelto después de largos años de ausencia junto con los Penetrables Silentes. El discurso del acto inaugural del Museo en 1973, al que asistieron notables personalidades del mundo artístico e intelectual, nacional e internacional, estuvo a cargo de Alfredo Boulton, quien presentó al Museo como “un desafío a lo sedentario y arcaico... un grito en la plaza pública para gente joven de espíritu que quiere lanzarse a su propia y suprema aventura creadora”. Caldera, quien en esa ocasión recibió el Collar de Angostura igual que Soto la Orden de Andrés Bello, encontró en la obra de Soto como en la de los otros expositores “una capacidad ilimitada de creación en pleno desarrollo”, mientras Cruz Diez comparó la existencia del Museo con un detonante en un país donde la noción del mundo se define por las consignas de partido. El Museo, administrado por una Fundación del gobierno regional que preside Soto, se inició bajo la dirección de Armando Gil Linares, quien meses antes se había ganado el primer premio del Salón Alejandro Otero de la Casa de la Cultura. La primera directiva de la Fundación estuvo integrada, además de Jesús Soto en calidad de Presidente, por Alfredo Boulton como Vicepresidente; Carlos Raúl Villanueva, Guillermo Meneses, Miguel Arroyo, Hans Neumann, Miquel Otero Silva, Simón Alberto Consalvi, Luis Pastori, Silvia Boulton de Ellis, María Teresa Castillo, Margot de Villanueva, Sofía Imberg, Narciso Debourg, Lourdes Blanco de Arroyo y Ángel Ramos Giugni. El Museo cuenta en la actualidad con más de 500 obras de artistas nacionales e internacionales del siglo XX. En esa colección se encuentran representados artistas de la Vanguardia histórica rusa, del Neoplasticismo, la Abstracción Geométrica, del Arte concreto, monocrómico, cinético, óptico, programado, sistemático y experimental. Se encuentran en el Museo obras de artistas de renombre internacional como Kasimir Malevich, Robert Jacobsen, Alberto Magbelli, Kenneth Snelson, Georges Rickey, Natalia Gontcharova, Pavel Mansouroff, André Heurtaux, Jesús Soto, Man Ray, Josef Albers, Jean Tinguely, Fortunato Depero, Jean Gorin, Lucio Fontana, Lajos Kassak, Víctor Vasarely, Michel Seuphor, Henryk Stazewski, Mauro Reggiani, Auguste Herbin, Sonia Delaunay, Marcel Louis Baugnet, Serge Poliakoff, Wassil Kandinsky, Johannes Itten, Jean Arp, Theo Van Doesburg, Hans Richter, Ilya Chashnik, Liubov Popova y Henryk Berlewi. Soto dijo en una ocasión que “este no es un Museo”. Quería decir que el Museo de Artes Moderno no es un museo estático, sino un centro de investigación y de acopio histórico de lo más jalonado del arte moderno. Un centro que nos enseña algo nuevo aunque muchas obras daten de un tiempo fuera de nuestro alcance existencial. Pero ellas como las recientes, también son nuevas y modernas porque sorprendentemente son desconocidas o en su verdadero tiempo no se les dio su valor y se redescubren hoy y vemos que están concatenadas con lo que se hace en el presente y lo que vendrá mañana Hace tiempo dije en un trabajo sobre el abstraccionismo que pasar por el Museo Soto no es pasar en vano, pues algo nos queda. Un museo, lógicamente como el que nos ocupa, interviene sin que se den cuenta, en la formación del gusto de la gente, en la forma de comportarse, en fin, en su educación. A medida que lo frecuentan lo va sensibilizando hasta para las cosas que son de la vida diaria como sería diseñar o escoger un vestido, comprar unos muebles, decorar la casa o el propio territorio de la intimidad. Una de las cosas buenas del museo de Arte Moderno, es que nos enfrenta con un arte de situaciones que perturba y reta hasta despertar conflictos y discusiones en busca de verdades. Las obras, en principio, no tratan de explicar nada, sino más bien de plantear situaciones de percepción o situaciones que puedan desatar en la gente una nueva mitología, una nueva visión de la naturaleza que revela cosas a veces existentes que no han sido vistas o decididas por nadie. En el curso de sus dos primeros decenios pasaron por este museo de arte moderno, cuatro directores: Armando Gil Linares, quien estuvo por espacio de diez años; el italiano Getulio Alviani quien organizó el museo de manera coherente y le dio proyección internacional; la licenciada en filosofía de la estética, Gloria Carnevali, realizadora de una labor profunda, dinámica, de calidad y el arquitecto Freddy Carreño, quien ingresó tras un conflicto entre Soto, Boulton, Alviani y Gloria Carnevali.

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