jueves, 5 de enero de 2012

La Perla


"Sem Amor, nem uma Gota sequer se transformaria em Pérola."

RumiViéndolo bien, la Perla, esa concreción generalmente esférica de variado color que se forma en el interior aterciopelado de la concha de cierta especie de ostra, descubierta tal vez por algún primitivo habitante de la tierra, no es más que un cuerpo extraño. Sí, un cuerpo extraño que la estética ornamental o suntuaria ha adoptado como joya, desde tiempo inmemorial, para bien o para mal de muchos pueblos.
Es como piedra preciosa, algo así como un diamante de talla, a diferencia de que el mismo es concebido a través de un proceso volcánico demasiado tardío que concluye el hombre en los talleres gemológicos, mientras que la concepción de la perla empieza y termina en la propia concha o madreperla.
La perla es símbolo de la riqueza biológicamente renovable del mar y el diamante de la tierra milenaria. Ambos suelen lucirse individualmente o engastados ambos en diademas, coronas, collares o pulseras. Su valor, en todo caso, depende de su color,       forma,  tamaño y hermosura.     Las       hay       realmente excepcionales. El Rey Felipe II de España poseía dos perlas notables, una de 134 quilates proveniente de Panamá y otra de 250 extraida del área insular Margarita-Coche-Cubagua.
Conceptuamos la perla como cuerpo extraño y es porque cuando algún grano de arena o parásito, por ejemplo, penetra en la concha, le produce irritación y el molusco tratando de rechazarlo segrega una sustancia  que al final la acepta recubriéndola de finísimas capas que le dan ese característico brillo de efecto tornasolado y tonos delicados. He aquí la perla, conocida desde los tiempos más remotos y utilizada siempre como objeto de ornamento. La Biblia la menciona, particularmente en el Apocalipsis donde San Juan dice que adornaban el vestido de las mujeres. La menciona, claro, no con el nombre de perla sino de Margarita, como la llamaban los griegos. Los latinos le decían Pirula, de donde viene el nombre de perla. Son famosas las perlas de la Reina Cleopatra de Egipto, donde, al igual que los persas adornaba con ellas las coronas, las diademas y las guarniciones de los vestidos reales.
De manera que cuando Colón y los sucesores de sus famosos viajes llegaron a la América, la perla era más que conocida y se apreciaba tanto como el ingrato señuelo del dorado. El Dorado fue el incentivo en la formación de muchos pueblos como Santo Tomás de la Guayana lo mismo que lo fue la perla en la fundación de Nueva Cádiz en Cubagua, San Pedro, en la Isla de Coche y Nuestra Señora de los Remedios en La Goagira colombo-venezolana.
Pero ¿qué nos queda de la perla? Nada más que una historia que se refleja en Cubagua, la historia intensa y traumática de una isla, ayer todo esplendor y hoy parduzca tierra desolada, donde se agita el mar que guarda el resto de los restos de lo que fue y dejó de ser per se, pero que sin duda jugó rol importante en la formación, organización y colonización de lo que es hoy Venezuela.

1 comentario:

  1. Y, precisamente, copiando el proceso "natural" que tu describes Américo, para las perlas de las islas de Coche y Cubagua, en la actualidad casi la totalidad de las perlas que se venden en las joyerías son "cultivadas" en inmensas instalaciones industriales y se producen introduciendo un granito de arena en ostras y almejas, las mismas que al sentir esa incomodidad dentro de su cuerpo van cubriendo el grano de arena con finas capas de carbonato de calcio hasta dar origen a una perla. En esta industria los maestros son los japoneses. Pero hay también "falsas" perlas que se producen química y mecánicamente. En esta industria los maestros son los chinos.

    ResponderEliminar