viernes, 28 de octubre de 2011

Isla de viento y sal

Coche es una isla xerófila, abundosa en piedras amarillosas sobre interminable cadena de cerros ondulados y medianos que se desprenden de la escarpada “Cabecera” tapizada de caolines multicolores, hasta la Cruz del Piache, formación rocosa en forma de cueva en donde en mayo se venera la Cruz con galerones y fulías.  Más arriba está "El Faro" des­truido por Alejandrito Coello a raíz de la muerte del dictador Juan Vicente Gómez. Alejandrito no encontró en el  momento mejor manera de cobrar tanta opresión que apagando para siempre el punto de referencia de los pesca­dores.
           Faceta característica de los Co­ello en la Isla de Coche fue su re­beldía contra los regímenes de fuerza. Carmen Verónica Coello, pediatra, perseguida y torturada por la Seguridad Nacional duran­te la dictadura perezjimenista, es exaltada por Lucila Palacios en su libro "Espejo rodante". Pedro Luis Coello, odontólogo, no se quedó atrás en las luchas clandes­tinas.
           Dueño de grandes trenes de pesquería, los Coello dejaron hue­1la en Coche corno la dejó don Flo­res Roblis Brito, adorado como santo por su mano buena, aún sin ser médico, para curar enfermos.
En su libro "Hilo en rueca de sueños", Luis Beltrán Prieto ima­gina a Coche como un "cetáceo tendido entre las olas" mientras  en "Rebelde y cotidiano", Víctor Salazar recuerda allí su infancia andando "en la soledad de los co­rrales" y el poeta Vicente Fuentes habla de sus pescadores  "...el pes­cador, junto al rancho que alumbran reflejos que despide el poniente incendiado".      
De todas maneras, Coche es una isla de sal, pero perceptible­mente de viento y mar, sembrado de perlas y de una fauna marina de nombres complicados.
La sal allí parecía eterna. Ahora no se explota. Desde lejos se divisaban los "pilotes" a espalda del edificio de ma­dera de dos plantas del siglo diecinueve donde moraban los celadores que vigilaban y contro­laban todo el movimiento salinero.
Dicen en el pueblo que Juan López de Archuleta, el primer encomendero de la isla, según Cé­dula Real firmada en Granada el 28 de julio de 1526, abandonó Cu­bagua  donde era veedor, y se asentó en Coche con su mujer y sus hijos, no tanto por las perlas, pues perl­as también había en Cubagua, sino por la sal y el agua bebible y  de efectos diuréticos que se obtenía a un metro de profundidad en zona arenosa y de subsuelo calcáreo, al norte de la mina de sal.
El gran problema de Cubagua fue siempre el tener que abastecerse de agua transportados en pequeños barcos desde Costa Firme.  En Coche, con “El Secreto” no se presentaba tan difícil ese problema.
Esos asientos de agua dulce o salobre tan poco profundos que se descubrían con sólo cavar y sacar unas cuantas totumas de arena,  se mantuvo por mucho tiempo en secreto y de allí su nombre. Algo así como el oro de El Callao, hasta que se hizo "un secreto a voces" y no hubo sediento a tres leguas a la redonda que no llegara allí para surtirse con barriles, perolas, tinajones y garrafas.
Ahora los cochenses no sufren la necesidad de arrodillarse sobre los densos arenales de "El Secre­to" a esperar que lentamente fluya el agua sobre su lecho cal­cáreo. No,  ahora tiene el acueducto submarino que día y noche controlaba Luis José Verde, desde el terminal de Zulica. El agua de "Cancamure" que antes  llegaba en gaba­rras, está llegando por tubería di­rectamente a cada casa y esto ha permitido que Coche se esté cu­briendo de una vegetación exó­tica en franca competencia con el yaque, la retama, el guamacho, la tuna y el cardón, eminentemente xerófilos.
Verde, que cada diciembre viajaba a Ciudad Bolívar a visitar una hija y a tomar scotch con la familia Casado, también sembraba el cerro pedregoso de Zulica  donde vivía en dos trailers criando finos gallos de pelea, acompañado por dos perros fieros y gigantes.
Allí en Zulica, como canta Ner­uda, la ola golpea "contra la piedra indócil y la claridad estalla y establece su rosa".  También allí la brisa estalla y golpea desde la isla del norte, Margarita, de donde llega al mediodía el Ferry cargado de automóviles y turistas que vienen a disfrutar  las playas y a practicar el winsurf con mucho viento y pocas olas, paradójico fenómeno al parecer único en el mudo..

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