el Premio Latinoamericano de Poesía
·
Víctor
Solazar, autor de "Y ese Tropel de Luces y otros
nueve libros, lucha por rescatarse a sí mismo
* Ha logrado descubrirse al romper con el ente racional, dice
Después de ocho años fue despedido
de la
Administración Pública, sin previo aviso y sin pago de prestaciones
"'Mi
soledad está poblada de fantasmas de la
infancia".
Texto de Rafael Arteaga.
El Premio Latinoamericano de Poesía, Víctor Salazar, vive su soledad habitada de recuerdos en una desvencijada casa de vecindad de La Pastora.
En tan inhóspito ambiente el laureado autor habla de su último libro, "Y
Ese Tropel de
Luces", que mereció la honrosa distinción. Pero advierte que se ha
hecho el propósito de rescatarse a sí mismo,
no tanto por él, sino por sus amigos,
por quienes creen en él.
"En principio, te diría que éste es un libro al que yo quiero mucho. Un libro que comenzó a nacer despacio, con
algo de premura a ratos, pero siempre
en la medida en que mis fantasmas se me aparecían".
En efecto, su conversación infinita
está llena de fantasmas. Se le ataron en la isla dé Coche, desde su
nacimiento. Todavía lo asaltan en el cuarto que oscurece a fuerza de cerrar puertas y ventanas. Están presentes en la llorona, en el
descabezado que a la medianoche se aparecía
en el pueblo. Están presentes en "los chinamos". Estos últimos son
duendecillos. Muchachitos que murieron sin
ser bautizados. Pero Leandro es el
alma del libro. Incluso proporcionó su título. Sucedió así: "Leandro
llegaba a la bodega de mi abuela y se alejaba con algo que ella le daba: un poco de
casabe, de papelón o de coco. A Leandro, mucho tiempo después, lo enterraron entre un tropel de luces. El tropel de luces provenía de las lámparas de kerosén y de
las pequeñas velas. Como en el pueblo no existía luz eléctrica, se me ocurrió
que a Leandro lo enterraban entre un tropel de luces".
La voz cambia en el recuerdo de Leandro. "El está muerto, es cierto, pero me legó una
herencia: ese acercarse hasta las cosas simples y convencer de quo
el mar muy bien nos puede devolver un
mundo menos trágico. Un mundo
donde el hombre se apegue menos a lo
perecedero
La figura de poeta larga y huesuda, se
desvanece en el cuartucho oscurecido
porque él se afana en cerrar postigos y puertas. Pero resulta inútil. El ruido de los otros moradores se cuela inevitablemente. La guitarra eléctrica, el llanto de un
niño, el regaño de la madre. Todo converge en la estrechez de las paredes verdosas. Huele a orines y jabón de lavar.
Siempre huele a jabón de lavar. Y Víctor se enconcha en el túnel voluntario.
Lo hace para poder gritar en las cosas que escribe.
Sostiene
que, en todo caso, "Y ese Tropel de
Luces" dice del ahogamiento en las ciudades, de esos cuartos de hoteles
y
pensiones miserables en que le ha tocado vivir.
Actualmente paga 150
bolivares al mes por la pieza que ocupa. Con
sus entradas como transcriptor de discursos y conferencias cubre sus propios
gastos y atiende a las necesidades de su
madre y sus hermanos menores. Ellos viven en una casita pastoreña, más
arriba. Víctor Salazar trabajó en el Inciba hasta el año pasado. Fue despedido sin previo
aviso y sin pagarle sus prestaciones.
Ocho años estuvo en la Administración Pública, y sin embargo, no fue alcanzado por la protección de la Ley de Carrera
Administrativa. Otros que ingresaron después,
que apenas comenzaban cuando él
salía, ya portan su carnet y están en el engranaje. Todo eso le duele.
Le duele y lo dice.
Hasta
ahora, el autor ha publicado diez libros
"Piragua", en 1960, "Sequia de Las
Palabras· en 1961, “Semejante al Principio", .1945;
Éste, su tercer libro, obtuvo el primer premio del
Concurso de Poesía de la Universidad del Zulia. Después siguió "El Desterrado", en 1965, el cual se inicia con un poema muy breve "En cada
uno de nosotros hay siempre un desterrado.
hacia adentro, hacia afuera". Se refiere
a la presencia del hombre en la ciudad sin
calles para descarrilar el sufrimiento. También
es el ahogamiento de los hoteles miserables y grises. En 1965 publicó "Una Elegía para Rosalba". En 1967 "Cartas de la Calle
Victoria". El 69 cerró con "Rebelde y Cotidiano". Un poco después "Ailieec", nombre de
estrategia para disimular su infidelidad ante la amada. "Lo Anterior",
selección hecha por Monte Ávila, precedió a "Y Ese Tropel de Luces", Premio Latinoamericano de Poesía.
Víctor Salazar escribió su primer poema a escondidas, encerrado en el baño.
Temía que su padre lo descubriera en
tales actividades, pues el hombre dudaba de
la virilidad de los poetas. Coche era una isla sedienta y oscura. La abuela de Víctor era una de las pocas personas que tenían recursos para fabricar un gran tanque y
recoger allí, mediante canales, el agua de lluvia, eran escasos los
chaparrones, Casi milagrosos. Cuando el
tanque se reple- taba, la
gente venía desde muy lejos a llenar
sus vasijas. Una vez, la sequía parió un pueblo: El Secreto. Ese año no había llovido y la gente se
desesperaba. La gente se moría de sed y los
más angustiados trataron de beber
agua de mar y se desollaron por dentro. Entonces un burro
comenzó a hundir sus pezuñas en la tierra
seca. El burro escarbó y escarbó
hasta que, sorpresivamente, un débil manantial
aguachinó el lugar. La sed fue
aplacada y allí nació "El
Secreto". Las noches eran negras, alumbradas apenas por las seis
lámparas de kerosén que colocaban 'en las principales esquinas. La
luz amarillenta agonizaba hasta las diez. Después, sólo el silencio.
De niño, el poeta se sentaba frente al mar y lo miraba. Nunca aprendió a nadar. Aunque suele consolarse en el hecho de la
mujer que habiendo nacido en Coche, nunca
conoció el mar.
El recuerdo de la abuela y su pulpería aflora
continuamente. La abuela vivía
preocupada por la muerte. No deseaba causarle molestias a nadie y se hizo construir su urna con el único
carpintero del pueblo. Pero la abuela era dura y muchos otros murieron antes que ella. Y
cada vez, le solicitaban prestada su urna negra
y sencilla. Luego se la pagaban con otra caja
cuando el carpintero podía hacerla. Así
enterraron a medio Coche. Pero cuando la
abuela murió, no tenía su urna, pues
dos días antes la había prestado para
que enterraran al carpintero. Entonces los
familiares se vieron en la necesidad de ir por otra urna a Margarita.
En la estrechez intencionada de su cuarto el poeta vive una soledad habitada
por sus recuerdos de la infancia. Eso lo sostiene y él lo sabe. Si su soledad
no estuviese poblada,- él no podría
resistirlo. Juan Lis-cano ha dicho de él que "quizá más una suerte
de ética existencialista que una estética
del lenguaje, y ese despojamiento, esa autoacusación, pueden constituir el
punto de partida hacia una liberación que
revele la quiebra del ente racional y de la
multiplicidad, o bien de alguna manera inusitada de estar en paz
consigo mismo y con el mundo".
El
poeta lo admite. Es cierto, Yo jamás he procurado una estética del lenguaje.
Mi problema ha sido un rompimiento
con el ente racional y descubrirme,
hallarme, decir que la poesía no está en
lo que se piensa, sino en lo que se
dice".
. Y hasta pudiera ser, como el mismo Víctor dice en verso tan grande y verdadero
como el mundo: “¡Serás, muerte, la última
conjunción de tanto cielo!”.
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