martes, 10 de octubre de 2017

La Monja Blanca Estela


Una monja calificada de “revolucionaria” por el Arzobispo Crisanto Mata Cova llegó a residenciarse en Ciudad Bolívar en los años ochenta, proveniente de la isla de Coche, una isla de sol, de sal y de redes, poblada desde hace más de 450 años por Juan López de Archuleta, quien por Real Cédula la recibió en calidad de encomienda para que se estableciese en ella con su mujer y tuviese ganado, labranzas y otras granjerías.
         Los cochenses seguramente ignoraban entonces este hecho de su historia y por eso no tenían celebraciones como suele ocurrir por igual motivo en otros pueblos de Venezuela.
         En Coche que hasta 1922 perteneció a la Diócesis de Guayana, saben, en cambio, y lo celebran como tradición secular, cuando es el día de San Pedro y de la Virgen del Carmen, patronos de pescadores y marinos.
         El 16 de julio, precisamente, sucede en la isla una gran fiesta marina. Un centenar de embarcaciones cortejan en su procesión por el mar a la Virgen de los escapularios, desde el muelle de Valle Seco hasta el Guamache, bajo una linda y efusiva atmósfera de pirotecnia, cantos  religiosos y música folklórica.  El pueblo de San Pedro y caseríos del Guamache, Bichar y Guinima rompieron la rivalidad regionalista y ahora se unen en una sola fiesta en honor a la Virgen y este milagro de la unidad se le atribuye a la hermana Blanca Estela que se hizo líder religiosa y social de la comunidad sanpedrina.
         Los habitantes de la Isla de Coche están bien arraigados en la fe católica.  Es uno de los pocos pueblos de Venezuela donde no ha podido entrar otra religión o secta.  Ni siquiera la superstición o la brujería.  Allí sólo se cree en Dios y la Virgen.
         El Arzobispo de Ciudad Bolívar, monseñor Crisanto Mata Cova, en la creencia de que esta condición religiosa del pueblo de la Isla de Coche se le debía en buena parte a la labor de Blanca Estela, movió contactos dentro de la jerarquía católica y logró reubicar a la Hermana en la capital guayanesa donde la embestida evangélica apabulla con sus micrófonos y altoparlantes instalados por las noches en cada barrio de la ciudad.
         Blanca Estela realizaba una labor estupenda cuando para desconsuelo del prelado le llegó la contraorden de regresar a Coche.  Al parecer la Iglesia se dio cuenta que no podía arriesgar los resultados de una labor que la monja con su carisma y dinamismo  había cimentando en la isla.
         La monjita realmente se las traía.  Era dinámica y vivaracha.  Hablaba, cantaba y rezaba muy bien.  Algunos curas y especialmente Monseñor  Mata Cova, la llamaban “monja revolucionaria”.  Ejecutaba el órgano, la guitarra, el cuatro, el acordeón, tocaba las maracas y conversaba en forma convincente  y directa. El pueblo entendía su lenguaje, la seguía, creía en ella, la respetaba, la cuidaba y por las noches a la hora del rosario le llenaba la Iglesia desde el altar mayor hasta el atrio.  Blanca Estela pertenecía a la congregación Hermanas Laura, de esa congregación hay otras tantas internadas en la selva de Guayana catequizando para su religión la fe de los indios mapollos.
         Estuvo la monjita otros años más en la isla al sur de Margarita hasta que regresó a su tierra Colombia y de allí la Congregación la envió a la India a trabajar con los pobres como lo hacía la otra Hermana Laura Glynn en Ecuador.  En la India a donde también se fue el antropólogo Jorge Armad desde Ciudad Bolívar,  murió a la edad de 75 años.
         En Ecuador igualmente se destacó otra Hermana Laura, aunque nada tiene que ver con la colombiana.  Esta Hermana Laura Glynn era norteamericana y trascendió como gran defensora de los derechos humanos.  También falleció y dejó una larga trayectoria de lucha y sobretodo de compromiso social. Trabajó hasta su último aliento en la Comisión Ecuménica de Derechos Humanos

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