Cuando niña fue la Inmaculada en el cuadro vivo de la escuela de Emérita Marín y desde entonces y para siempre quedó como predestinada para servir a su Madre hasta que muriese, a su tía hasta el fin de sus días, a su madrina hasta su último suspiro y a su hermano hasta la ultimidad. Ahora ella sobrevive a las penurias del tiempo.
San Pedro, San Nicolás y Santiago de León, conformaron el periplo de la muerte de Luis José cuando en gesto desbordado de bondad obsequió un costal de algodón a Cloto para una almohada que alargara con holgura su sueño, pero ella sugestionada por sus otras dos hermana ancianas, se desveló y montó el algodón sobre la rueca de la vida.