viernes, 18 de noviembre de 2022
RELATO DE LA ISLA (X)
Barrabas era un negro alto y fibroso nacido en El Callao del Estado Bolívar, cuando aún el dictador Juan Vicente Gómez mandaba en Venezuela (1929). Pero su verdadero nombre era Jaime Teófilo Hudson, nombre inglés por la procedencia trinitaria de sus padres.
Cuando tenía 25 años, “Barrabás” que así lo llamaban no sabemos por qué, no era un hombre feroz sino tranquilo, aventuraba en la búsqueda de diamantes en los placeres otrora famosos de El Polanco, en el río Icabarú de la Gran Sabana. Un buen día cuando relavaba los desechos del material diamantífero, se le apareció como milagro la piedra preciosa más grande que minero venezolano alguno haya encontrado desde que se explota el diamante en el país.
El diamante de Barrabás resulto ser el más grande de Venezuela y uno de los más bellos del mundo. Era realmente de una gran pureza y cuando los compradores internacionales supieron del hallazgo, llegaron hasta la Gran Sabana y compraron a Barrabás el diamante por un precio inferior al real y del cual sólo correspondió al minero 68 mil bolívares. Más tarde fue vendido a la casa Harry Wiston de Nueva York por más de medio millón de bolívares. La piedra fue fraccionada en una impresionante ceremonia por el experto gemólogo mundial Adrián Gracelli y se informó que dos de sus partes fueron vendidas en cinco millones de dólares.
Barrabás, con lo poco que le tocó de lo mucho que valía su diamante, perdió el sentido de la realidad y se dedicó a una vida de mujeres y dispendio. Finalmente, explotó un bar llamado “La Orchila”, donde los buscadores de diamantes cuando visitaban el bar y se entusiasmaban, entonaban frente al negro de El Callao este melancólico estribillo: “El diamante de Barrabás... el viento se lo llevo”. Barrabás le puso La Orchila al bar por sugerencia de su proveedor César Díaz Valor dado que según el libro Sexo y Poder, del historiador Carlos Capriles Ayala, al dictador Marcos Pérez Jiménez le fascinaba hacer orgías en esa muy famosa isla paradisíaca del Caribe venezolano. Tía Victoria se negó a empeñar siempre nada que tuviese que ver con Diamante porque le habían hablado mucho de un “diamante maldito” que alcanzaba a sus poseedores. Tal vez se referían al Diamante Hope, también conocido como Diamante Azul o Piedra maldita, con un peso estimado en 45.52 quilates que con el paso del tiempo, se volvió legendario por la supuesta maldición que alcanza a sus respectivos poseedores. Numerosos rumores señalan que es el culpable de las desgracias que les ocurrieron a cada uno de sus dueños.
El 10 de noviembre de 1958, fue donado al Museo Nacional de Historia Natural de la Institución Smithsoniana por el joyero estadounidense Harry Winston, quien lo envió, en un sobre de papel de estraza, por medio del servicio postal nacional. A partir de entonces, forma parte de la colección nacional de gemas del museo. En el año 2005, el instituto publicó los resultados de una extensa investigación donde señala que, originalmente, el diamante había formado parte de la colección de joyas de la Corona de Francia hasta que fue robado, en 1792, cuando el "Tesoro Nacional" (Garde Meuble, en su término original) fue tomado por alborotadores que hurtaron algunas importantes joyas de la colección. Además, concluye que se obtuvo como resultado del corte de la joya Royal French Blue, llevado a cabo después de la desaparición de la misma.
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