viernes, 12 de febrero de 2021
PESCADORES MARGARITEÑOS EN EL MAR ROJO
Los pescadores Margariteños se veían como pobres de nuevos horizontes cuando el turco Salim les abrió los postigos de lugares remotos que excitaron su espíritu de hombres de mar y, sin pensarlo mucho, un día antes de la octavita de la virgen se hallaban “arrasando” los ostrales del Mar Rojo.
De Margarita a las costas de Arabia hay un buen trecho y la distancia se refleja en la naturaleza, forma y color de las costas. Perlas como las de Paraguachoa ¡ninguna! Aquellas madreperlas de allende los mares eran más pobres que el alma del turco Salim Abouchamad, empresario de la idea.
En la propia geografía de los acontecimientos, allí frente a las costas de Eritrea y Socotora, las celosías de la emoción por nuevos mares promisorios se cerraban. Había que regresar. Caletearon pesados fardos del ejército italiano alistándose para empoderarse de Etiopía y se hicieron de unas cuantas liras para sobrevivir y escapar de los nubarrones belicistas que se cernía sobre la negra Abisinia.
En Venezuela, el dictador Juan Vicente Gómez tenía la muerte anunciada, pero el Correo parecía más expedito que el de ahora y mi General pudo enterarse a tiempo de las vicisitudes de aquellos diecisiete pescadores margariteños que quisieron establecer su ranchería en las costas africanas. De manera que ordenó todas las providencias consulares para reponerlos de nuevo en el punto de donde salieron un 24 de julio de 1934. Al cabo de trece meses retornaron los “ñeros” de aquella aventura parecida a un cuento de la sultana Scherezade. (AF)
jueves, 11 de febrero de 2021
HABLAN MUCHO DE LOS TIBURONES Y BRAVA ES LA TINTORERA
Los tiburones que merodean por los mares que circundan la Isla de Coche son inofensivos. Con cualquier golpe de canalete se espanta. Por lo menos es lo que contaba Froilán Lunar (Chilango), pescador connotado de esos lares.
A los tiburones uno los arremete y desaparecen. En cambio, con la Tintorera, muy parecida al tiburón, no ocurra lo mismo. Esta suele espantarse con la primera arremetida, pero luego de la huida se devuelve “y allí viene el desaguase”.
Chilango no sabía leer, pero le escribían y un turista le escribió y le envió recortes con las cartas cruzadas entre Arístides Bastidas y lectores del medio impreso referente al tiburón “con licencia para matar” a los James Bond.
Para este pescador, en la familia de los cetáceos como en la del género humano se consigue de todo y tal vez, Bastidas se refería, no al tiburón inofensivo de las costas de Margarita y Coche que nunca le ha hecho nada a nadie, sino a su parienta la Tintorera de la que muy pocas se ven por aquellos mares y a las que los pescadores saben cómo tratar para que no se pongan en la mala con ellos.
Froilán Lunar vivía en el mar pescando hacía sesenta años, desde que era muchacho en la ranchería de los Coello y podía hablar con propiedad de la ictiofauna marina y contar vivencias extraordinarias no sólo de tiburones y tintoreras sino también de la caballa que, según él, desbarajusta cuando el pescador la llama por su nombre, pero cuando exclaman “miren un cardumen de peces negros” estas se quedan como arremansadas y “a tirito” de arpón.(AF)
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LOS APODOS EN LA ISLA DE COCHE
En la isla de Coche cada habitante tiene su apodo. Es raro quien no lo tenga. A los cochenses les resulta más familiar y cómodo identificar a sus semejantes con un nombre distinto al pronunciado por el sacerdote a la hora del bautizo. El postulado a ocultar tras un remoquete es observado detenidamente por el vulgo y de acuerdo a su propio nombre, origen, procedencia, oficio o defecto se procede a encasquetarle el mote que lo marca para toda la vida. Sin duda una costumbre pintoresca de la sociología de esta islita que aún ignora a ciencia cierta por que la llaman “Coche”.
De acuerdo al nombre puede apodársele “Beca” si se llama Isabel, “Juana Maquera” si viene del Maco, “La Juañanga” si es delgalichada por defecto y “Funeraria” si su oficio es el de vender urnas como el caso de “Chucho Funeraria”. Aquí el sobrenombre tiene congnomento pues son varias las personas que llevan el nombre de “Jesús” sinónimamente aceptado como “Chucho” por lo que se reforzó la alteración vocálica de su nombre con la denominación de su oficio a fin de que no se confundiese, por ejemplo, con “Chucho Liboria” (Jesús, el hijo de Eliboria Velásquez), o con “Chucho Cazón, el hijo de “Felipe Cazón” que recibía tal cognomento porque solo pescaba este tipo de celacio voraz que en Venezuela le hace como vianda al bacalao que importamos de Terranova y así como “Chucho Funeraria” y tantos tenemos al presidente Municipal, Evencio Blanco, a quien muy pocos quieren identificar sino con el nombre de “Troya” porque cuando él visitó la isla por primera vez fue para introducir esta marca de un producto alimenticio, desaparecido o difícil de hallar como la leche en esta isla de sol y sal del sur margariteño. (AF)
domingo, 7 de febrero de 2021
LA GRAN FAMILIA FERNÁNDEZ
La gran Familia Fernández habitaba una franja territorial en forma de herradura de la isla de Coche que comienza en el puerto de la Playa del Medio con Félix Fernández, navegante de arrastras perleras, y Jorge Fernández, navegante, sube por la parte más baja del Cerro donde vive Juana, se extiende hacia Zurica, al Este, donde vive Cleto y baja a la parte plana moradas de Isabel, madre de la Maestra Chepina, Raimunda, madre de Francisca la esposa del navegante Canón (Nicanor), Catalina, madre de Martina, cargadora de la bodega Victoria y las hermanas Victoria, eternizada en su Bodega; Juanita, esposa de Miguel Ángel el artesano de barcos; Rosa, en Cumaná casada con un comerciante sucrense, y, Evangelia, nacida el 30 de marzo de 1911, mi madre, la menor de estas hermanas hijas de Petra Antonia Fernández a la vez hija de Etanislá Fernández y José Ignacio Bermúdez cuyo padre era el hispano Francisco Abad residenciados en el puerto de Los Bagres, isla de Margarita. Evangelia murió el 23 de agosto de 1990 descansando en una mecedora mientras conversaba con mi hijo mayor. Intuía que estaba en el umbral de la muerte a los 80 años y en previsión había mandado a fabricar su urna en madera de cedro y forrada con tafetán rojo. Durante el sepelio, con cánticos sagrados hasta el cementerio, cargaron su urna las hermanas de la Legión del Carmen a la que pertenecía. Cuando me hallaba retomando la Corresponsalía de El Nacional a mi regreso, bajaron a pie desde la Casa de Gobierno, el gobernador Andrés Velásquez el Secretario de Gobierno, Eliécer Calzadilla, a darme el pésame.