En la FACULTAD DE ARQUITECTURA Y
URBANISMO que el próximo 13 de octubre cumplirá 80 años de haber sido creada (1941) como
Escuela adscrita a la UCV, podríamos
suponer que militan dos corrientes: los conservacionistas como Graziano
Gasparini y los modernistas que suelen chocar por cuestiones de intervención y
contraste cuando se trata de edificaciones
antiguas como la del ingeniero polaco Alberto Lutowski en Ciudad Bolívar a la que el
arquitecto Oscar Tenrreiro adosó su
hasta hora inconcluso proyecto de un teatro que iba en cierto modo a suplantar
el antiguo Teatro Bolívar de 1883, demolido el siglo veinte por el gobernador
Silverio González y el cual moraba en el
lugar donde hoy se alza el Palacio
Legislativo regional.
En la Isla de Coche ocurrió algo parecido (1971) cuando durante la gobernación
de Bernardo Acosta, el arquitecto contratado hizo demoler la Iglesia antigua de
estilo colonial para construir la moderna que actualmente ostenta y la cual ha
debido construirse al lado sin tocar la antigua que requería restaurarse para
conservar la memoria y parte de le identidad del pueblo, sobre todo porque en
ella fueron sepultadas gentes que realzaron el urbanismo y la calidad social
del pueblo como los Coello, los Carreño, los Cedeño, los Robles Brito.
Yo conocí esa iglesia porque mi madre
fue su Guadiana durante muchos años, por herencia quizás, porque antes lo era su hermana Juanita que tuvo que radicarse
con sus hijos en Tucacas, Falcón, en donde se domicilió su marido carpintero y
recio artesano de barcos.
Mi madre me ponía a activar con una cabuya
los badajos las campanas que
repicaba cuando había que sepultar a un niño y doblaba cuando se trataba de
adultos. El Mayordomo de la Iglesia, un comerciante llamado Tomás Marín, cobraba una
peseta de dos bolívares (cuatro reales) cada vez que moría alguien y había que repicar
o doblar las campanas. Esa peseta la fraccionaba en un bolívar para Mayordomo,
un real para la iglesia y el otro real para el campanero que ahorraba para comprar
un frasco de emulsión Scott recomendado
para la época para mantenerse fuerte y atajar cualquier afección como el catarro
o la gripe que eran los males más
frecuentes, (AF).
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