Sólo una vez,
más por curiosidad emocional que por marinería, navegué a bordo de un trespuños
y supe del bauprés, del foque, de la trinquetilla y del mástil o palo mayor
y de la botavara que sujetaba la
vela hinchada por la brisa. Lo que nunca pude explicarme era cómo el trespuños
podía navegar y picar las olas contra los fuertes alisios que venían de barlovento. Al parecer en eso consistía la sabiduría del
patrón.
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