Querida e inolvidable Maestra:
Tu mensaje el día del homenaje con motivo de mi ingreso a la Academia Nacional de la Historia, fue realmente conmovedor, no sólo para mí a quien estuvo dirigido, sino para toda la audiencia que así lo manifestó de viva voz.
Yo, en el momento, nada pude decir porque lo inefable, inefable es y la inefabilidad del mensaje era más que evidente. Las palabras que lo configuran están vertidas con la emoción propia y sostenida del maestro que ha seguido los pasos del alumno, que le ha visto crecer solo, sin muletas, desde que era un humilde muchacho con las estrecheces propias de quien vive en ambiente social y económicamente difícil.
Tú, desde el primer momento manifestaste tu naturaleza de maestra culta, profundamente humana, socialmente sensible, sabia en el manejo de un lenguaje sutil, cadencioso, sugestivo, convincente.
A mí muchas veces me ayudaste y recuerdo vivamente como cuando saliste encinta de tu primer hijo, creo, me dejaste en tu aula de cuarto grado en calidad de suplente y cómo con la compensación pude adquirir la máquina portátil con la cual escribí "Prontuario Geográfico de la Isla de Coche" (1952), impreso en la Tipografía Avance de Porlamar, documento deficiente visto a la luz de la experiencia intelectual de hoy, pero sin duda el producto de un entusiasmado esfuerzo del muchacho de sexto grado que apenas disponía de los rudimentos elementales de las clases y que prefería utilizar sus primeros ingresos en la edición de un folleto en vez de comprarse un pantalón.
Con esa máquina de manufactura alemana tipié hojas sueltas contra las autoridades perezjimenistas, las cuales fijaba por las noches en postes del alumbrado público, suscitando al siguiente día, sotto voce, los más variados comentarios y especulaciones que ponían en ascuas a mucha gente.
Todas estas realidades se agolparon en mi mente el día de tu mensaje y preferí aguardar esta ocasión para decirlo a través del amigo Iván Cardozo Yánez, siempre atento y solidario con las cosas de Coche.
Te admiro y aprecio Chepina por tu bondad y por todo cuando significas y has significado para generaciones de cochenses que pasaron por tus aulas, te aprecio y admiro porque eres la esposa de un excelente coterráneo, hombre de mucha memoria y sapiencia como Edicio Salazar, porque eres la hija de Isabel y hermana de Pedro Pablo, magnífico artesano con quien me esfumaba de la realidad para verlo horas y horas transformar el parape en objetos valiosos.
Mi ingreso a la Academia la he dedicado a través de Inocente Salazar Hernández, a todos mis maestros. A él que fue el de las primeras letras, a Guzmán Salazar, hoy en las cálidas. tierras marabinas y con quien en julio de 1968, me encontré en la VI Convención Nacional de Periodista que me tocó en suerte presidir. El estaba allí como delegado del Zulia. El encuentro entre el maestro y el alumno en aquellas circunstancias no podía ser más significativo.
De igual manera, la he dedicado a Josefina de Salzaar (Maestra Chepina) por todo lo expresado, a Nuncia Villarroel, normalista de la Francisco Esteban Gómez, en La Asunción, quien intuyó mi vocación de periodista al poner bajo mi responsabilidad el Periódico Mural del aula y Olga Vásquez de Fuentes, activa maestra del sexto grado del Grupo Escolar Estado Zulia, donde también junto conmigo estudiaban Mercos Lunar López, muerto trágicamente, Digna Salazar, Rosa Fernández y Hernán Salazar.
Pues bien maestra, me alegra y reconforta mucho tu mensaje y comparto contigo como con todos, la emoción de mi ingreso a una institución que tiene obligatoriamente que ver con la enseñanza de la historia en las escuelas. Sé que has estado enferma y deseo desde lo más profundo que te repongas para que sigas ya fuera de las aulas escribiendo mensajes como el que me ha tocado recibir de ti en circunstancia feliz, rodeado de paisanos y amigos, allá en la Isla de peces, perlas y angustias, allá donde enterrados están los huesos de nuestros antepasados por más de cuatro centurias.
Américo Fernández
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