Perucho Aguirre, poeta y cantor de la tierra amada, me regaló su cuaderno que habla de las cosas más bellas y puras de la isla de Coche y de un momento imborrable de su infancia allá en su natal Otrabanda de la Asunción de donde también era su padrino Concho, Juan Cancio, el zapatero Cheque Larez y la maestra Luisa que tantas veces lo salvó de los correazos de aquel papá impositivo que enfermo se ponía la ampolleta él mismo en la vena. Nos impresiona Perucho con su imagen de niño que trataba de entretener la pena que le causaba la muerte de su padre y lo que aguardaba, empinado su volador desde la acera donde llegaban los lamentos y lágrimas del velatorio.
“¿Perucho, mijo venacá, es que no te das cuenta? ¡Tu padre en cuerpo presente y tú en esta calzá montado volador! ¿Tú no ves que estamos llorando? ¡Dame acá! Ven para que te despidas de tu padre que lo van a tapar”... y Perucho soltándose de los brazos de su maestra pasó corriendo entre aquel gentío de ropas moradas, blancas, y negras hasta ganar el fondo de la casa y esconderse más allá, junto a un riito detrás de una guaratara grandísima donde los ñangaragatos le secaban con lágrimas el recuerdo de aquella sentencia de su padre enfermo postrado en el catre: “Ya sabes, Concho, si me muero, tu eres el pái deste muchacho y cuidadito como me lo consientes una porque te salgo”.
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