“Elizabeth II” introdujo una nueva faceta en mi actividad profesional. Me hice patrón de lancha con título expedido por el Capitán de Puerto. Adquirí dos acciones en el Club Náutico en embrión y estuve un buen tiempo surcando el Orinoco con mi modesta lancha impulsada por un motor Johnson fuera de borda. Nunca fui más allá de la Carioca y el Puente Angostura. En esa lancha pasearon amigos y personajes distinguidos como el pintor Alejandro Otero, quien me pidió lo llevara a la isla del Degredo para recordar su tiempo de niño lanzándole piedras a las matas de mango de doña Faustina La Rosa. Una vez, en el más extremo de los estiajes, me quedé varado casi en la mitad del Orinoco llevando a bordo a los periodistas Vinicio Romero y Ricardo Maya, más nerviosos que una paloma atapada.
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