Inocente Salazar Hernández nació seguramente el 28 de diciembre porque el Día de los Inocentes ponía una fiesta en casa de familia amiga y bailaba hasta más no poder con las chicas sobresalientes del momento. Primero con música desprendida de la guitarra de Abdón Lozada y el bandolín de Rafael González, después con los gramófonos, las vitrolas y autofónicas y finalmente con el picoteo de Juana y María Lunar.
Chente era blanco como todos los miembros de la Familia Hernández, lejos del color de su Madre. Tenía la vitalidad de un hombre sano y despierto. Sin duda el discípulo más aprovechado de Jesús Ramón Coello, tanto que llegó a desempeñar todos los cargos que éste ejerció hasta que la locura producto de la soledad y el desengaño lo pusieron fuera de órbita.
Chente fue secretario eficiente, maestro de escuela y jefe civil que era lo que más se podía aspirar en la isla. Con el correr de los gobiernos terminó siendo adeco igual que Manuelito y Edecio Salazar que eran los caudillos. El únicos contrarios por urredistas era Justo Vásquez y Mallía que hasta preso estuvo sin que pudiera sacar el revólver escondido en la caja-maleta de viajar y que dudaba en sacar entre amenazas y vacilaciones.
Chente después de tanto bailar y bañarse con totuma al borde del estanque de la Jefatura, se casó con Gloria Fernández y montó una tienda en Margarita en donde terminaron de transcurrir sus noventa años sin que el pueblo al que sirvió como maestro, guía y luchador por sus reivindicaciones lo recompensara con el voto el día que aspiró a ser concejal o alcalde para servir mejor. Yo jamás pude entender ese comportamiento extraño de los pobladores.
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