Mi tía Victoria era la más próspera de las cuatro hermanas. Tenía una bodega bien surtida y empeñaba prendas. Picaba el queso con un alambre fino bien templado y le mitigaba el hambre al Loco Leandro. Ella, mi tía, era la madre de Choncita, muy sensible rasgando la guitarra. Era madre también de Marcos, el niño malcriado compañero inseparable de la infancia. Jamás supimos el nombre de su padre ni del otro padre de mi madrina choncita.
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