Mi hermano mayor por parte de madre fue bautizado con el nombre de José Jesús y nació un día antes o después que Cumaná fue destruida por un terremoto. Su infancia no conoció madre ni padre. Llegó a la adultez bajo la protección de su Tía Rosa, a quien llamaba “Mamita”. Era muy libre y autónomo y mi Tía educada bajo la rigurosa disciplina antigua, no podía soportarlo y se lo devolvió a su Madre en la Isla de Coche. Evangelia (o Eva como solía llamarla su hermana Victoria) lo puso a navegar en el “San Rafael” el tres-puño de su compadre Ángel María Rodríguez (Mallía) quien siguiendo una tradición muy marinera le calzó el apodo de “Pat´e Cristo” Disgustado se fue a trabajar en la pesca de arrastre con Félix Fernández, tío de mi Madre, quien se arranchó en “Las Cabeceras” de la isla. Allí lo visité una vez por mandato de mi Madre que quería saber de él. Lo encontré desconchando la madre perla y en su hábil labor apareció bordeando la falda de la ostra una perlita dorada. Por temor no quise tomarla como era su insinuación. Tenía inclinación hacia la escultura. En el patio de mi casa moldeó en arcilla el rostro impresionante de Cristo. Más tarde supe que se había embarcado como marino en un carguero trasatlántico buscando la ruta de su abuelo José de la Cruz Tillero que había dejado un amor y un hijo en cada puerto de ultramar. Se cansó de la navegación de alta mar y se afincó en Caracas. Recibió dinero de una panameña para que se casara con ella a fin de quedarse en Venezuela. Con ese dinero hizo vida marital con Josefina Olivero, una linda secretaria con la cual tuvo su primer hijo en una pensión caraqueña. Para sobrevivir en una ciudad cosmopolita y exigente se metió a gestor de vehículos con lamentable resultados. Caracas era una ciudad que todavía utilizaba la carretera vieja para comunicarse con La Guaira. En ese puerto me lo encontré un día. Conducía un carro deportivo usado, convertible. Con él regresé a Caracas donde estudiaba, aterrorizado por la velocidad que le imprimía al vehículo devorando una carretera llena de curvas y bordeando los abismos. Interrumpí mis estudios para aceptar una invitación de mi primo Jesús López Fernández, el hijo mayor de Tía Rosa, quien era gerente de una cervecería y me vine a Ciudad Bolívar a trabajar con él y su hermano Pedro Rafael. José Jesús hizo otro tanto y regresó a Cumaná donde se estabilizó e hizo familia. Un día, se apareció en Ciudad Bolívar desde Cumaná remolcando un tráiler con una lancha de madera recubierta con fibra de vidrio. Estaba en aprieto y necesitaba dos mil bolívares. Me quedé con “Elizabeth II”, así se llamaba la lancha porque su primera hija tenía ese nombre, es decir, Elizabeth Josefina Fernández, hija de su matrimonio con Rosa Tineo, con la cual, además de ella, tuvo a Jairo José. José Jesús murió el 5 de diciembre de 1981. Tenía a 25 años casado con Rosa Tineo. Cuando murió no vivía con su esposa, llevaba varios años separados, pero sin divorciarse. Era amante de Trina Ramírez con la cual tuvo una hija que no conoció porque al morir Trina apenas tenía siete meses de embarazo.. Su esposa Rosa murió de 50 años el 2 de abril de 1989. Jairo murió en 4 de mayo de 2006, por deficiencia renal, no dejó hijos. Elizabeth reside en Caracas, tiene 3 hijos Rafael Eduardo Pereira Fernández, de 30 años, licenciado en comercio internacional, trabaja en Siemens, Laura Esther de 26 años, vive en Londres desde hace más de una década, ya con nacionalidad europea y trabaja con niños en calidad de Maestra Montessori, y Rosanny Alejandra, estudiante de medicina. José Jesús murió de infarto fulminante al miocardio. Se hallaba en el mercado de Puerto La Cruz acabando de regresar de Caracas con una mercancía que pensaba descargar allí. Fue a la venta de comida se sirvió un pollo a la brasa. Luego se fue a un Baño Público del mismo mercado. Sintió un fuerte dolor en el pecho y allí quedó tirado hasta el amanecer. Su compañero, en vista de que no llegaba, siguió el rumor de un hombre muerto en el mercado, y comprobó que se trataba de José Jesús, mi hermano mayor, diligente, amoroso y aventurero.
lunes, 31 de octubre de 2011
Mi hermano mayor
Mi hermano mayor por parte de madre fue bautizado con el nombre de José Jesús y nació un día antes o después que Cumaná fue destruida por un terremoto. Su infancia no conoció madre ni padre. Llegó a la adultez bajo la protección de su Tía Rosa, a quien llamaba “Mamita”. Era muy libre y autónomo y mi Tía educada bajo la rigurosa disciplina antigua, no podía soportarlo y se lo devolvió a su Madre en la Isla de Coche. Evangelia (o Eva como solía llamarla su hermana Victoria) lo puso a navegar en el “San Rafael” el tres-puño de su compadre Ángel María Rodríguez (Mallía) quien siguiendo una tradición muy marinera le calzó el apodo de “Pat´e Cristo” Disgustado se fue a trabajar en la pesca de arrastre con Félix Fernández, tío de mi Madre, quien se arranchó en “Las Cabeceras” de la isla. Allí lo visité una vez por mandato de mi Madre que quería saber de él. Lo encontré desconchando la madre perla y en su hábil labor apareció bordeando la falda de la ostra una perlita dorada. Por temor no quise tomarla como era su insinuación. Tenía inclinación hacia la escultura. En el patio de mi casa moldeó en arcilla el rostro impresionante de Cristo. Más tarde supe que se había embarcado como marino en un carguero trasatlántico buscando la ruta de su abuelo José de la Cruz Tillero que había dejado un amor y un hijo en cada puerto de ultramar. Se cansó de la navegación de alta mar y se afincó en Caracas. Recibió dinero de una panameña para que se casara con ella a fin de quedarse en Venezuela. Con ese dinero hizo vida marital con Josefina Olivero, una linda secretaria con la cual tuvo su primer hijo en una pensión caraqueña. Para sobrevivir en una ciudad cosmopolita y exigente se metió a gestor de vehículos con lamentable resultados. Caracas era una ciudad que todavía utilizaba la carretera vieja para comunicarse con La Guaira. En ese puerto me lo encontré un día. Conducía un carro deportivo usado, convertible. Con él regresé a Caracas donde estudiaba, aterrorizado por la velocidad que le imprimía al vehículo devorando una carretera llena de curvas y bordeando los abismos. Interrumpí mis estudios para aceptar una invitación de mi primo Jesús López Fernández, el hijo mayor de Tía Rosa, quien era gerente de una cervecería y me vine a Ciudad Bolívar a trabajar con él y su hermano Pedro Rafael. José Jesús hizo otro tanto y regresó a Cumaná donde se estabilizó e hizo familia. Un día, se apareció en Ciudad Bolívar desde Cumaná remolcando un tráiler con una lancha de madera recubierta con fibra de vidrio. Estaba en aprieto y necesitaba dos mil bolívares. Me quedé con “Elizabeth II”, así se llamaba la lancha porque su primera hija tenía ese nombre, es decir, Elizabeth Josefina Fernández, hija de su matrimonio con Rosa Tineo, con la cual, además de ella, tuvo a Jairo José. José Jesús murió el 5 de diciembre de 1981. Tenía a 25 años casado con Rosa Tineo. Cuando murió no vivía con su esposa, llevaba varios años separados, pero sin divorciarse. Era amante de Trina Ramírez con la cual tuvo una hija que no conoció porque al morir Trina apenas tenía siete meses de embarazo.. Su esposa Rosa murió de 50 años el 2 de abril de 1989. Jairo murió en 4 de mayo de 2006, por deficiencia renal, no dejó hijos. Elizabeth reside en Caracas, tiene 3 hijos Rafael Eduardo Pereira Fernández, de 30 años, licenciado en comercio internacional, trabaja en Siemens, Laura Esther de 26 años, vive en Londres desde hace más de una década, ya con nacionalidad europea y trabaja con niños en calidad de Maestra Montessori, y Rosanny Alejandra, estudiante de medicina. José Jesús murió de infarto fulminante al miocardio. Se hallaba en el mercado de Puerto La Cruz acabando de regresar de Caracas con una mercancía que pensaba descargar allí. Fue a la venta de comida se sirvió un pollo a la brasa. Luego se fue a un Baño Público del mismo mercado. Sintió un fuerte dolor en el pecho y allí quedó tirado hasta el amanecer. Su compañero, en vista de que no llegaba, siguió el rumor de un hombre muerto en el mercado, y comprobó que se trataba de José Jesús, mi hermano mayor, diligente, amoroso y aventurero.
El primer amor de mi Madre
Cuando mi abuela Petra murió, mi Madre que era la menor, quedó bajo la tutela de Rosa, la hermana mayor residenciada en Cumaná con su esposo. Allá mi Madre se enamoró de un hacendado llamado Joselito, de Cumanacoa. A escondidas salió encinta y nació José Jesús, mi hermano mayor. Mi tía disgustada se quedó con el niño y a ella la distanció del hacendado confinándola en la isla de Coche bajo la protección de su hermana Victoria. El confinamiento no la escarmentó, se dejó seducir por la primera autoridad civil de la isla y nuevamente quedó embarazada de mí y sucesivamente de Petra Margarita, Luis José y Elena Mercedes.
domingo, 30 de octubre de 2011
Rosa
Mi tía Rosa vivió siempre en Cumaná. Al menos desde que contrajo matrimonio con un grato señor de allá. La conocí cuando fugazmente vino de visita a la isla. Sus hermanas muy contentas brindaron y ella atrapó una borrachera que la puso a cantar y hablar más de la cuenta. La segunda vez que hice contacto con ella fue en su propia Casa de Cumaná situada en la calle larga. Allá llegué a pernoctar después de haber aprovechado la cola en el “San Rafael”, un barco pequeño de mi padrino. Por falta de cuarto y cama para huésped, mi Tía me acostó en una pequeña cama portátil al lado de una niña muy bonita llamada Alicia. Yo con mis pies sobre la almohada de su cabeza y los pies de ella casi rozando mi semblante de niño moreno. Fue lo que se le ocurrió a mi Tía evitando seguramente un ardiente contacto pecaminoso.
Victoria
Mi tía Victoria era la más próspera de las cuatro hermanas. Tenía una bodega bien surtida y empeñaba prendas. Picaba el queso con un alambre fino bien templado y le mitigaba el hambre al Loco Leandro. Ella, mi tía, era la madre de Choncita, muy sensible rasgando la guitarra. Era madre también de Marcos, el niño malcriado compañero inseparable de la infancia. Jamás supimos el nombre de su padre ni del otro padre de mi madrina choncita.
sábado, 29 de octubre de 2011
Juanita
Mi tía Juanita era una mujer alta, ágil y de hablar muy tierno. Aquel hacedor de barcos no pudo encontrar una pareja mejor que ella. Cocinaba riquísimo, expendía el Papel Sellado y administraba las campanas de la Iglesia. Yo entraba furtivamente a su alcoba, abría la caja azul que parecía un baúl y extraía los mediecitos. Ahora que lo cuento, siento un dolor inmenso por mi tía tan noble y suave como el aserrín.
El Papa Miguel Ángel
Mi memoria a esta prolongada distancia del tiempo no lo perfila bien. Apenas lo configura como un hombre magro y alto a quien los abandonados de padre llamábamos “Papá”. Su corazón era húmedo y suave como el aserrín de la madera que labraba y daba forma y vida a los tres-puños y balandras. Cuando mis primos no podían, yo le llevaba el desayuno o el almuerzo a la playa que le servía de astillero. Me llamaba “Meco” y mientras apuraba la gustosa vianda yo oteaba el horizonte donde algún día penetraría el barco de mis sueños. Por ese horizonte había aparecido como fantasma una noche “El Pacificador” embarcación del empresario Manuel de Jesús Coello, que él había construido y que se daba por perdida desde el 28 de junio de 1933 cuando frente a Pedernales quedó atrapada por los embates de un ciclón caribeño
La Casa Vieja
La Casa Vieja era de tejas y bahareque, con un patio cercado de cardones que de tiempo en tiempo alegraban el espíritu con su flor de pichigüey. La casa quedó deshabitada luego de la muerte de mi Abuela. En su interior sólo eran notables a primera vista el pilón y una larga canoa india al borde de la cual me sentaba, todas la mañanas, para ver y sentir el jadeo de Rosita pilando el maíz y soltando con gracia el canto tradicional del cereal: Ji-goo, ji-goo, y la mano del pilón se hundía en el cuenco de mi pureza infantil. Silenciosamente estaba enamorado de mi prima.
Alegría frustrada
En aquella pequeña isla de pescadores donde el único medio de cocinar era el clásico fogón a base de leña seca, el hacha resultaba un instrumento valiosísimo de difícil adquisición, por lo que los pobres, generalmente, astillaban la leña con el hacha prestada del buen vecino. Mi madre me mandó un día a pedir prestada el hacha a la casa de mi tía, algo distante. Cuando venía de regreso silbando con mi hacha en el hombro, me encontré semienterrado un mediecito. Tan alegre me puse que largué el instrumento y corrí a darle la buena nueva a mi Madre. Cundo volví por el hacha, había desaparecido. Nunca una alegría fue tan fugaz y triste.
El aroma alucinante del tabaco
Mi madre era costurera. Giraba la rueda de la máquina Singer mientras ésta iba pespunteando la costura del vestido por encargo de la mujer del pescador de Punta Honda. Vestido de cretona barata sin que por ello dejara de tener estampadas florecitas parecidas a las que Petrica cultivaba en el jardín colgante del patio de la casa.
Sobre un costado de la Singer, deslustrada de tanto salitre en el ambiente, reposaba entre fumadas el encendido tabaco artesanal con su humo penetrante.
A veces el tabaco reposaba rato largo cuando mi Madre se levantaba a atizar la candela del fogón, entonces yo aprovechaba para succionar el aroma alucinante hasta que un mal día la borrachera me puso al descubierto Desde entonces, nunca más he vuelto a pecar porque bajaron de la conciencia todos los castigos.
Primer Cura de la Isla
Antonio de Bilbao
Primer cura de la Isla de Coche
Los primeros intentos misioneros en el Oriente lo iniciaron desde la isla de Santo Domingo (La Española), sacerdotes de la Orden de San Francisco, los cuales comenzaron a llegar a partir del segundo viaje (1493) de Cristóbal Colón.
Entre 1512 y 1515 se sitúa el establecimiento en firme de los franciscanos en el área insular o costa de las perlas, entre ellos, el padre Alonso Espinar, organizador de las expediciones misioneras y quien pereció ahogado.
Santo Domingo era la base de estas expediciones, de tal modo que entre esta isla del Caribe y el área insular había por mar una comunicación fluida que permitía la actividad religiosa tanto de los franciscanos como de los dominicos, estos últimos extendidos por tierra firme desde la costa de Chichiriviche.
Entre esos franciscanos estaban el padre Fr. Francisco de Villacorta a quien se le atribuye la fundación de Porlamar y la autoría del traslado de la imagen de la Virgen del Valle, que se hallaba en Cubagua, al Valle del Espíritu Santo, luego del maremoto. Asimismo, el padre Antonio de Bilbao, asignado a la Isla de Coche para socorrer espiritualmente al vecindario que se estableció atraído por la detección y explotación en 1529 de importantes ostrales.
Del padre Antonio de Bilbao, cuenta el historiador Pablo Ojer, que tenía entre sus obligaciones rituales legalizar cristianamente el amancebamiento, menos el que se diera entre indios y españoles. Ello explica el por qué se resistió a legalizar la unión entre el oficial hispano Francisco Fajardo y la Cacica Isabel, padres del mestizo margariteño Francisco Fajardo (1524- 1564), conquistador de la zona norte-central de Venezuela. El Teniente hispano y la Cacica guaiquerí se trasladaron a la Isla de Coche y trataron inútilmente de convencer al Padre de Bilbao para que los casara.
Se tiene entendido que la Isla de Coche para 1576 tenía una población estable y que ésta siempre contó con la asistencia religiosa de los misioneros, primero desde Cubagua y luego de la catástrofe telúrica de 1541, indefinidamente desde la Isla de Margarita. En ese año 1576 la habría visitado por primera vez un Obispo, tal el prelado de Puerto Rico, Fray Manuel de Mercado, junto con el dominico Juan Manzanillo, con el fin de administrar el sacramento de la confirmación y colocar una Cruz en sitio fijo y prominente. Es posible que esta Cruz sea la que se halla en la Cueva del Piache y a la cual ofrendan los habitantes durante todo el mes de mayo prendiéndole velas por las noches y cantándole galerones y fulías.
Los ritos cristianos se realizaban provisionalmente en alguna casa de familia, pues Coche no disponía de Iglesia. Esta se construyó a fines del siglo diecinueve bajo la mayordomía de Pablo Coello y se entronizó como patrono la imagen del apóstol San Pedro. Posteriormente y siendo Cura, párroco de Pampatar y auxiliar de la Isla de Coche, el sacerdote italiano, José Ciconardi se entronizaron las imágenes de la Virgen del Carmen y del Corazón de Jesús.
La Iglesia de Coche fue reconstruida en 1970 por mandato del entonces gobernador de Nueva Esparta, profesor Bernardo Acosta, coincidiendo con su elevación a la categoría de Parroquia por decisión de Monseñor Francisco de Guruciaga, obispo de la Diócesis de Margarita, y segundo prelado en visitar la isla de Coche.
viernes, 28 de octubre de 2011
Isla de viento y sal
Coche es una isla xerófila, abundosa en piedras amarillosas sobre interminable cadena de cerros ondulados y medianos que se desprenden de la escarpada “Cabecera” tapizada de caolines multicolores, hasta la Cruz del Piache, formación rocosa en forma de cueva en donde en mayo se venera la Cruz con galerones y fulías. Más arriba está "El Faro" destruido por Alejandrito Coello a raíz de la muerte del dictador Juan Vicente Gómez. Alejandrito no encontró en el momento mejor manera de cobrar tanta opresión que apagando para siempre el punto de referencia de los pescadores.
Faceta característica de los Coello en la Isla de Coche fue su rebeldía contra los regímenes de fuerza. Carmen Verónica Coello, pediatra, perseguida y torturada por la Seguridad Nacional durante la dictadura perezjimenista, es exaltada por Lucila Palacios en su libro "Espejo rodante". Pedro Luis Coello, odontólogo, no se quedó atrás en las luchas clandestinas.
Dueño de grandes trenes de pesquería, los Coello dejaron hue1la en Coche corno la dejó don Flores Roblis Brito, adorado como santo por su mano buena, aún sin ser médico, para curar enfermos.
En su libro "Hilo en rueca de sueños", Luis Beltrán Prieto imagina a Coche como un "cetáceo tendido entre las olas" mientras en "Rebelde y cotidiano", Víctor Salazar recuerda allí su infancia andando "en la soledad de los corrales" y el poeta Vicente Fuentes habla de sus pescadores "...el pescador, junto al rancho que alumbran reflejos que despide el poniente incendiado".
De todas maneras, Coche es una isla de sal, pero perceptiblemente de viento y mar, sembrado de perlas y de una fauna marina de nombres complicados.
La sal allí parecía eterna. Ahora no se explota. Desde lejos se divisaban los "pilotes" a espalda del edificio de madera de dos plantas del siglo diecinueve donde moraban los celadores que vigilaban y controlaban todo el movimiento salinero.
Dicen en el pueblo que Juan López de Archuleta, el primer encomendero de la isla, según Cédula Real firmada en Granada el 28 de julio de 1526, abandonó Cubagua donde era veedor, y se asentó en Coche con su mujer y sus hijos, no tanto por las perlas, pues perlas también había en Cubagua, sino por la sal y el agua bebible y de efectos diuréticos que se obtenía a un metro de profundidad en zona arenosa y de subsuelo calcáreo, al norte de la mina de sal.
El gran problema de Cubagua fue siempre el tener que abastecerse de agua transportados en pequeños barcos desde Costa Firme. En Coche, con “El Secreto” no se presentaba tan difícil ese problema.
Esos asientos de agua dulce o salobre tan poco profundos que se descubrían con sólo cavar y sacar unas cuantas totumas de arena, se mantuvo por mucho tiempo en secreto y de allí su nombre. Algo así como el oro de El Callao, hasta que se hizo "un secreto a voces" y no hubo sediento a tres leguas a la redonda que no llegara allí para surtirse con barriles, perolas, tinajones y garrafas.
Ahora los cochenses no sufren la necesidad de arrodillarse sobre los densos arenales de "El Secreto" a esperar que lentamente fluya el agua sobre su lecho calcáreo. No, ahora tiene el acueducto submarino que día y noche controlaba Luis José Verde, desde el terminal de Zulica. El agua de "Cancamure" que antes llegaba en gabarras, está llegando por tubería directamente a cada casa y esto ha permitido que Coche se esté cubriendo de una vegetación exótica en franca competencia con el yaque, la retama, el guamacho, la tuna y el cardón, eminentemente xerófilos.
Verde, que cada diciembre viajaba a Ciudad Bolívar a visitar una hija y a tomar scotch con la familia Casado, también sembraba el cerro pedregoso de Zulica donde vivía en dos trailers criando finos gallos de pelea, acompañado por dos perros fieros y gigantes.
Allí en Zulica, como canta Neruda, la ola golpea "contra la piedra indócil y la claridad estalla y establece su rosa". También allí la brisa estalla y golpea desde la isla del norte, Margarita, de donde llega al mediodía el Ferry cargado de automóviles y turistas que vienen a disfrutar las playas y a practicar el winsurf con mucho viento y pocas olas, paradójico fenómeno al parecer único en el mudo..
Poblamiento de la Isla
El 28 de julio de 1526, conforme a Cédula despachada en Granada, España, el Rey manda a sus oidores en la audiencia de Indias en Santo Domingo, examinar la conveniencia de entregar la Isla de Coche, en calidad de encomienda, al marino y veedor de la Isla de Cubagua, Juan López de Archuleta, para que se establezca con su mujer y tenga en ella ganado, labranzas y otras granjerías.
Por Real Cédula del 21 de junio de 1529, Hernando Carmona fue designado Alguacil mayor de la Isla. Para la fecha se habían descubierto ricos ostrales perlíferos que atrajeron a casi todos los habitantes de Cubagua. Desde entonces la isla fue adquiriendo relieve en la geografía económica de la provincia y estuvo durante mucho tiempo asediada por los filibusteros ingleses que la saquearon repetidas veces. En 1811 los habitantes de la Isla de Coche estuvieron al lado de los patriotas y algunos de los buques hundidos en sus costas fueron buceados para aprovechar los cañones que Juan Bautista Arismendi y Francisco Esteban Gómez emplearon contra los españoles.
El historiador Francisco Javier Yánez habla del furor de los españoles contra la indefensa isla: “Las goletas “Gabazo”, “Pellejo” y la “Vengadora” mandadas por Samarro, no solo hostilizaban la isla y destruían el comercio de la Costa Firme , sino que quemaron las casas y chinchorros (de pesca) que habían en la Isla de Coche y derribaron los cocales de aquella isla. En ella Morillo concentró en julio de 1817 todas sus tropas, corbetas, bergantines y flecheras antes de incursionar contra Margarita par ser derrotado en la Batalla de Matasiete.
Formación de la Isla de Coche
Desde Ciudad Bolívar el doctor J. N. Perfetti y los estudiantes Jesús Rivas y Andrés Flores, de la Escuela de Geología y Minas del Núcleo Bolívar de la UDO , viajaron a la Isla de Coche a realizar estudios petromineralógicos y micropalenteológicos y determinaron que la formación de dicha isla ocurrió en la época del Mioceno Superior, echando así por tierra lo que dice la Cartografía geológica oficial.
La excursión científica, muy similar a la realizada con otros estudiantes a la Gran Sabana y distintos lugares venezolanos, se realizó a mediados de 1982 y los udistas contaron entonces para su trabajo de varios días con la colaboración generosa de Froilán Lunar, a quien los cochenses conocían como “Chilango”, famoso por sus lances y grandes trenes de pesquería.
La época del Mioceno transcurrió hace 30 millones de años, período terciario de la Cenozoica , era en la que tuvo lugar una brusca transición de la edad de los reptiles a la edad de los mamíferos, ya que desaparecieron los grandes dinosaurios y otros reptiles que habían dominado la vida durante el mesozoico.
La cartografía geológica oficial afirma equivocadamente que la Isla de Coche fue formada más recientemente, es decir, hace 12 millones de años, época del pleistoceno del mismo período terciario.
Los estudiantes encontraron protozoo del orden Foraminíferos en zona que hasta entonces (1980) eran conocidas como estériles. El estudio de la microfauna vino después a corroborar la edad del material muestra extraído en varias zonas de la isla y procesadas luego en laboratorios especializados.
Los investigadores establecieron en la Isla de Coche dos estaciones: la primera en un punto sur occidental a 300 metros del caserío El Bichar, en un acantilado a la orilla de la playa. Allí llegaron fácilmente tomando la carretera asfaltada de San Pedro-El Bichar.
La segunda, en un punto al sur-este, tomando la carretera que va de El Bichar a Gúinima, a 100 metros al este de El Amparo, en un acantilado a 6 metros de altura, siguiendo hasta la cota 60 por caminos de tierra..
Los tesistas udistas encontraron que el perfil de la Isla es poco pronunciado. La costa norte-oeste de Coche presenta un largo acantilado con una altura promedio de 20 metros, formados principalmente por conglomerados polimícticos de grano grueso, con intercalaciones menores de arena y arcilla. Únicamente en el extremo Sur-Este, afloran rocas metamórficas en la costa. El terreno de esta isla presenta pequeñas lomas redondeadas con elevaciones cercanas a los 70 metros, cubiertas por cascajo suelto derivado de los conglomerados mencionados; solamente en el extremo occidental de la isla, donde se encuentran las salinas, se conocen depósitos recientes que forman la planicie costera.
Desde el punto de vista litológico, la formación está constituida aproximadamente iguales de arcillas, areniscas y conglomerados mal escogidos. Las arcillas cuando son frescas son de color gris o azul y meteorizan con colores abigarrados que en muchos casos le dan un aspecto moteado. Generalmente las arcillas son arenosas y contienen guijas o guijarros de diversas rocas y cuarzos; localmente son carbonadas. Las areniscas son de grano grueso y fino, con un cemento arcilloso. La roca fresca es de color gris o marrón claro, pero meteoriza con colores amarillo o rojo. Los conglomerados se componen predominantemente de guijarros, peñas y peñones sub angulares o sub redondeados en los que predominan las rocas ígneas y metamórficas, areniscas y cuarzos. Tanto los conglomerados, como las areniscas, son típicamente ferruginosos.