Salomón, el marinero del San Rafael, calmaba su sed de tanto viento y de tanto sol, usando una esponja empapada con vaporizada agua de mar hirviente. El pintor Mario Marcano decía que la idea se le había trasmitido por telepatía el sabio Aristóteles.
Agripina, la de la isla de Coche, era muy dulce a pesar de su nombre que los estudiantes asociaban con una de las mujeres más crueles de la historia, la madre de Nerón, palo de tal astilla. Ambos muertos con el mismo hierro de sus crueldades.
Roseliana era la mujer que hacía las arepas más solicitadas de la Isla de San Pedro de Coche. A mi padre le agradan tanto las arepas de maíz pilado que terminó enamorado de Roseliana y con ella concibió a Saturnino que creció y murió hundido en el espejismo de La Salineta donde solía recrear las imágenes de su fértil fantasía.